“Que mis amigos construyan, yo no tengo más sed que la destrucción, porque estoy convencido de que construir con unos materiales podridos sobre una carroña es trabajo perdido y de que tan sólo a partir de una gran destrucción pueden aparecer de nuevo elementos vivientes, y junto con ellos, elementos nuevos”… [1]
Todas y todos quienes miran desde fuera la corriente insurreccionalista del anarquismo, sólo la ven como el grado máximo de caos y destrucción, lo ven sólo, como el elemento disuasivo de toda construcción social, y como un elemento que no posee ningún objetivo claro, más sólo el afán de destruir por destruir. Pero existen ciertos elementos constituyentes que no debiesen ser disociados el uno del otro, toda fase destructiva conlleva en si una propuesta creativa, en cada acto insurreccionalista se siembran semillas de liberación.
Es negado, no sólo por quienes detentan el poder, ni por quienes han sido atomizados en sus pensamientos por la raíz inercial de ese poder. También por compañerxs mismxs, quienes no encuentran sentido a la fase (según algunos) “negativa” del anarquismo, ya que para los que desean construir un algo paralelo y sino alternativo a este modelo, el insurrecionalismo se transforma para ellxs, como un aparato de estigmatización, además quienes niegan la organización “informal”, buscan una organización estructurada a largo plazo, que en su camino esboce los parámetros de una forma de construcción social basada en la solidaridad, autogestión, la autonomía del sujeto, y de la capacidad de crear sin necesidad de entes interventores, más sólo nosotrxs mismxs. En cambio el insurreccionalismo apela a la organización informal, posee un ápice de espontaneidad en su praxis, y funcionan a la vez los conceptos de base, como también, le da otro sentido a la organización, no pregonando esa organización permanente, o sintetista, puesto que en el sintetismo y/o plataformismo, se centralizan las luchas y éste tipo de orgánicas funcionales en ciertos momentos de “auge revolucionario”, dependen del poder, al servir casi de mediadores entre luchas sindicales, estudiantiles, por nombrar algunas más mediáticas, que aspiran solamente a un cambio en la reforma, más no detentan un ataque simbólico o real al sistema capitalista, lo dejan crecer sin fricción alguna. En cambio el insurreccionalismo no aboca en cierta medida a la agitividad y formación que configuran una organización permanente de ápice “revolucionario”, (aunque en el camino a una “situación insurrecta”, es complementaria la estrategia con la cual se pretenda atacar, y con ello se provoca un continuo aprendizaje actuando, el medio por el cual se aprende a actuar) es más bien la “afinidad” quien se encarga de unir a lxs individuxs en torno a un canal conflictivo común, que suscite sin la necesidad viva de reformular, un concepto nuevo de insurrección, la opción liberadora en la lucha social. Ni menos planteándose el paradigma de una organización permanente que esboce el método de actuar desde un comienzo e intente llevarlo casi doctrinariamente y basada en ecuaciones, formulas y líneas marcadas de la ideologización de las luchas sociales, hasta el fin último, que en situaciones como estas, el fin último de una organización permanente no es más que su propia existencia. Por lo mismo, para algunxs compañerxs, que su capacidad orgánica funciona dentro de parámetros estructurados y a largo plazo, esto (la informalidad insurreccionalista) es significado de una amalgama simplicista que no les permite crear algo fuera del concepto del caos y destrucción, puesto que no llevan sobre unas líneas teóricas y de praxis, un trabajo más complejo que configure en ella misma el camino hacia la liberación consciente del(a) individux.
Roi Ferreiro[2] plantea de la organización permanente, en contraposición con un fundamento más informal de grupos insurrecionalistas que; “Negar la necesidad de organizaciones permanentes es no comprender la importancia de la organización permanente en el proceso de desarrollo del proletariado como clase consciente”. Y apela también, que el anarquismo insurreccionalista asocia formalismo y tendencia a la burocratización con el carácter permanente de la organización. Pero esto es no comprender que lo fundamental no es el “no formalismo” y la “no burocracia”, sino el carácter revolucionario o no de la auto-actividad de lxs proletarixs que constituyen esa organización.
Pero en contra posición a lo que Ferreiro estipula, la insurrección como tal, no confunde ni menos posee cierta reticencia con respecto a una organización permanente, que si, dentro de sus parámetros como organización informal, (que en momentos no llega si quiera a ser organización cuando hablamos de la protesta individual) se plantea la autogestión en la lucha, es decir, abocar al sentido cualitativo del individuo en tanto defensa raigal de su autonomía, dentro de la sujeción de cánones estructurantes y de estructuras coercitivas que actúan bajo el velo de la “organización formal, como a su vez hay compañerxs que participan activamente en organizaciones formales y permanentes, en editoriales, publicaciones de fanzines o periódicos, o en la creación de páginas de contra información, etc. Puesto que no es diferente él o la compañerx que está en la calle incendiando, que él o la compañerx que éste creando, enseñando, aprendiendo, más bien, somos lxs mismxs en todos lados.
No obstante se deben entender dos aspectos fundamentales para poder comprender la informalidad del insurreccionalismo.
Primero, las organizaciones permanentes poseen dentro de sí una dualidad que determina a quienes participan activamente de dicha organización, ahoga ciertas garantías individuales (no podemos hablar de libertad sin tenerla, no se puede hablar de algo que no se tiene, ni hacer experiencia desde las hipótesis, por ello aplico garantía y no el manoseado termino “libertad”) como en algunas ocasiones, se suprimen deseos y pasiones individuales por la conformación de una orgánica única.
El sujeto tratado desde la inferioridad, no rompe con el cerco psicológico que se le ha instalado desde la angustia, la incertidumbre y el miedo, haciéndolo claudicar en reiteradas ocasiones, con el objetivo de impedir una propuesta en avanzada sin la necesidad de proyectar una orgánica bajo estructuras laceradas, que terminan definiendo a una orgánica específica, limitando al sujeto y marcando casi un programa con matices políticos con fines en sí misma, es decir, la supresión de la organización, regulariza el tiempo y espacio con el que l@s individu@s cuentan para reflejar sus alter-ego y proyectarse, en la medida que se apiñan, se resguardan en trincheras parceladas y actúan sólo de acuerdo a lo consensuado, mientras más convencidos de la organización, se transforman en meros consumidores de un producto más del espectáculo capitalista, burocratizando su actuar y delineando sus emociones mediante planteamientos caducos, repetitivos y monótonos de forma y fondo.
En esta primera parte se aboca a la alienación, que gestiona la parasitación y el anquilosamiento en el desarrollo de las cualidades espontáneas y creadoras de l@s individu@s.
Esbozamos no sólo la crítica a éste tipo de organización (formal, que sin querer queriendo se torna en parte sustancial en la transfiguración de algunos conflictos en asuntos de política, convirtiendo a la acción, sólo un mero acto de burocracia, ideologizando los conflictos que debiesen ser atacados), también esperamos que éste tipo de organización, formulada bajo los parámetros que según dentro de un todo íntegro de subjetividades concatenadas se resuelva e identifique como tal, llegue al momento de catarsis en la lucha social, generando, -además de la autonomía del sujeto en la acción-, la capacidad incisiva de un avance concreto en la facultad de causes liberadores. No tanto o no sólo para “la clase trabajadora”, puesto que en ello se vislumbran las rígidas estructuras Marxistas-Leninistas, de plantearse al proletariado, más sólo como el motor impulsor de tal revolución, que lleven a la clase intelectual a la cima, y los posicionen dentro de cúpulas de poder en donde ellxs, la clase intelectual, se encargue de gobernar en base a sus parámetros y estructuras. No solo por ello, ya que con ese “fantochista” concepto de dividir la sociedad en clases y transformar casi uniformemente a individuos de acuerdo a las necesidades del mercado, Proletarizándolos, se prefigura un sujeto que sus relaciones personales y confrontaciones solo se ven enfocada dentro del campo del libre mercado, ya que se determina su forma de ver y entender el todo por la explotación económica, pero se pierden en abstracciones y en caricaturescas formas de percepciones ya que atacan (si se le puede llamar así a ese atrincheramiento ideológico que los sume en certezas paralizantes) solo el orden económico, y buscan a sus enemigxs en otras clases sociales, siendo, que las relaciones de poder, están y forman parte del individuo, y la opresión es vivenciada por sujetxs de la misma clase, la entropía social amenazadora es ejecutada desde nuestras cabezas.
[1] Extracto de la Carta de Mijail Bakunín a la condesa de Salias de Tournemir.
[2] Anarquismo insurreccional y comunismo de consejos: hacia una teoría revolucionaria general, hacia una praxis revolucionaria unitaria”. [Escrito el 7 de octubre de 2005 y revisado el 4 de enero de 2006]