EXTRAÍDO DE INDYMEDIA BARCELONA
«Cada conflicto con el poder, incluso si es parcial o minoritario, contiene en sí mismo la misma puesta en juego de la guerra revolucionaria.»
La compañera Olga Ikonomidou se encuentra desde hace un mes y medio en régimen de aislamiento en la cárcel de Diabatá, a causa de negarse a consentir el control corporal. Dejando de lado los ridículos pretextos de los carceleros, que ya ni si quiera son capaces de convencer ni al más ingenuo, queda claro cómo la razón así como el objetivo de esta condena dentro de la condena, es la misma posición irreductible de la compañera, tanto si ésta se muestra mediante la negación a la humillación de la búsqueda corporal, como mediante cualquier otra manera. Con pocas palabras, todos estos días que Olga ha pasado en permanente vigilancia por el agujero de una cámara, en donde ostentosamente llaman “lugar de acogida”, no constituyen otra cosa más que la respuesta represiva del estado a su elección de mantener su posición política y su combatividad dentro de los muros.
Más allá de cualquier simplificación sobre venganza, general e incierta, debemos tener presente como cada práctica represiva (tanto fuera como dentro de los muros) se incorpora y es explotada como una parte de la amplia estrategia represiva de la dominación, incluso cuando no está planeada deliberadamente. La política de conflicto multiforme que tiene lugar sin descanso en el marco de la guerra social, ya sea expresada a nivel colectivo o individual, pone en juego en cada faceta de ambos lados enfrentados: el coste político (o la ganancia) de su resultado y el precedente que ella crea.
«Los sistemas totalitaristas recuerdan al patinaje artístico: complicadas máquinas precisas y por encima de todo inciertas. Debajo de la frágil corteza del orden está al acecho el helado kaos….y existen rincones donde el hielo es engañosamente delicado.»
El ambiente dentro de los muros constituye una bomba de relojería con los seguros desbloqueados constantemente lista para estallar. La continua presión psicológica que padece cada uno a nivel particular proveniente de las condiciones de encierro puede – cuando no estalla entre los mismos presos o cuando no se descomprime autodestructivamente por medio de la heroína y los psicofármacos – convertirse en una fuerza destructiva con unos resultados nada deseados para el poder ( las cárceles se han quemado hasta sus cimientos por motivos aparentemente insignificantes). Para el mantenimiento del frágil orden dentro de estas condiciones, la tolerancia cero frente a cada tipo de rebeldía es necesaria – naturalmente combinado con los diferentes tipos de válvulas de descompresión-. En base a esta doble estrategia de control y represión es donde se considera extremadamente peligrosa la presencia de personas que no muerden el cebo ni caen en la trampa y que al mismo tiempo están decididas a provocar una ruptura tanto con los mecanismos como con las conciencias dentro de la cárcel. Conciencias radicales y prácticas rupturistas que al difundirse pueden tener como resultado la chispa que hará volar por los aires la aparente normalidad. Las instituciones penitenciarias de cada lugar saben todo esto muy bien, por eso están dispuestas allí dónde pueden a agotar la dureza con la que cuentan, teniendo como primer objetivo el propio simbolismo que trae consigo cada negación.
«…los terroristas no deben comunicarse entre ellos. Si un terrorista no se comunica con nadie morirá como pez en tierra firme…..si deshidratas a un terrorista aislándolo de sus fuentes ideológicas y espirituales entonces muere su parte revolucionaria, es decir, su lado destructivo…»
Desde la década de los 70 en adelante el régimen especial de encierro en aislamiento se convirtió en el método típico para castigar a los que se oponen políticamente a la dominación. Luchadores de todos los espectros del movimiento revolucionario vivieron en su pellejo esta tortura “civilizada”. En la mayor parte de los regímenes de la democracia burguesa, el mantenimiento de la máscara “democrática”, civilizada y “humana” constituye una parte orgánica de sus mecanismos sociales. El aislamiento llegó como el instrumento ideal (a causa de su naturaleza intangible, la cual permite guardar las apariencias, pero también de su efectividad científicamente probada por incontables experimentos militares) para la eliminación de su enemigo interno.
Más allá de cada exageración, se puede decir que el encierro en aislamiento constituye en este momento una recopilación de prácticas de castigos especiales.
En Grecia los condenados y los miembros de 17N son los únicos que se encuentran en este momento en este régimen de encierro especial de forma permanente. Sin embargo, el aislamiento prolongado durante meses constituía una práctica que se utilizaba ampliamente en el pasado (combinado con palizas y otros métodos de tortura) con el objetivo de conducir a los presos rebeldes a una extenuación física y mental. En los últimos años la transformación gradual de los métodos de control de la cárcel, con la introducción de los llamados “beneficios” a modo de chantajes y el establecimiento de la utilización de heroína y psicofármacos a escala masiva ha conducido a un relativo eclipse de éstas prácticas.
El restablecimiento del aislamiento prolongado en los últimos tiempos constituye – mucho mas que una simple regresión – el presagio de cómo se prepara el terreno para la creación de un referente represivo y de una “condena personalizada para garantizar el orden”, estableciendo el régimen de encierro especial como una condición permanente.
Asimismo no ha pasado mucho tiempo desde las propuestas del entonces jefe de la policía que entre otras se referían al traslado de todos los condenados por la ley antiterrorista en la galería especial que se construyó en Lárisa con el principal objetivo de “acoger” a los condenados de 17N.
Es obvio como el bando de la dominación desarrolla constantemente la estrategia represiva de explotar la fragmentación de nuestro bando y el clima generalizado de tensión predominante. Enfrente de estos métodos es necesario movilizar nuestras filas, manteniendo en claro el conjunto de los objetivos de los movimientos del enemigo. Esto es la creación del frente revolucionario multiforme que – más allá de una lógica centrada únicamente en la autodefensa – estará en posición de constituir el golpe de gracia al ya conmocionado régimen social.
« El negador no se arrepiente. Si preguntaran, otra vez, volvería a decir que no. Y sin embargo estará pagando ese no – el correcto – por toda su vida….»
SOLIDARIDAD CON OLGA IKONOMIDOU QUE SE ENCUENTRA EN AISLAMIENTO DESDE HACE UN MES Y MEDIO, AFRONTANDO EL COSTE DE SU POSICIÓN IRREDUCTIBLE.
Rami Syrianós
Cárcel de Lárisa.