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Cada vez que finaliza una coyuntura por la Alameda enmarcada dentro de este «movimiento estudiantil», y la Intendencia realiza sus balances, nos encontramos con declaraciones como «daños alcanzan 5 millones de pesos», «10 policías lesionados», etc. Pero nadie se pregunta el motivo de estas circunstancias.
Las opiniones son diversas, muchos dirán «la policía comenzó», el ciudadano «políticamente correcto» (aquella ingenua persona que se traga el discurso socialdemócrata sobre el derecho ciudadano a manifestarse libremente, pero condicionado al pacifismo) dirá «son una minoría infiltrada», o los dirigentes partidistas que velan por la negociación de los intereses de su partido dice «son infiltrados pagados para hacer desmanes»; y así podemos encontrar diversas respuestas. Si hacemos un análisis de la cotidianidad de nuestras vidas, incluyendo jornadas de protestas, se pueden concluir varias cosas. En primer lugar la policía no es alguien que merezca nuestro respeto, es más, pierde toda garantía de hermano de clase (aunque viva en una población) en el momento en que decide trabajar como parte del brazo armado del Estado/Capital; defendiendo sus intereses y los de esta sociedad de clases que día a día nos oprime y sepulta, mediante su educación capitalista, la cuál no es más que un trampolín para asegurar un buen desempeño en el trabajo asalariado. Además, no podemos olvidar que la policía existe únicamente para defender los intereses de la clase dominante e instituciones que funcionan correlativamente a ella, como lo son bancos, multitiendas, edificios gubernamentales, etc; es por todo aquello que son capaces de entregar su propia integridad física para conseguir una palmadita en la espalda del mundo patronal. Es lamentable cuando hermanos y hermanas de clase condenan a otros y otras cuando deciden empuñar una piedra para atacar a quienes protegen el desarrollo salvaje de esta sociedad de la mercancía, logrando crear una gran brecha de odio entre quienes conformamos la clase asalariada. Es precisamente lo que busca el Estado/Capital, mediante sus valores cristianos y socialdemócratas necesita con suma urgencia crear diferencias entre el proletariado, sembrando dudas, odio y resentimiento, para así, facilitarle el trabajo a la policía, reprimir, golpear y aniquilar cualquier tipo de apropiación de los medios productivos del capital.
Es así, que la policía no merece nada por parte de nosotros, el proletariado, por el contrario, lo único que merece es ser aniquilada, de cualquier forma y bajo cualquier consigna que busque liberarnos de todo lo que nos oprima y permita vivir en comunismo en anarquía.
La búsqueda de destruir todo tipo de explotación hecha por y para el hombre, debe ser tarea de todos, del proletariado, de los asalariados y de quienes nos «educan» bajo los valores del capital para el desarrollo del trabajo asalariado. Es así como se debe validar entre nosotros la violencia, entre quienes somos obligados a caer en la sociedad de consumo para enriquecer a la clase explotadora. Un banco nunca será la cuna del trabajo humanizado para el surgimiento de nuestra clase. Un supermercado nunca permitirá al proletariado acabar con la desigualdad, sino que solo buscará explotar más al proletariado, para que su vida sea cada vez más reducida.
Y si bien su destrucción y ataque, tanto a la infraestructura del Estado/Capital como a los que colaboran en mantener su orden, no es sinónimo de una ruptura comunista/anárquica con cualquier movilización; si es expresión de rabia contra el mundo que se nos separa y adquiere un poder autónomo que nos controla. Es la necesidad que reprimimos diariamente contra una cotidianeidad que aborrecemos y que se mantiene por la imposición de determinadas relaciones sociales que se manifiestan en instituciones que mistifican las relaciones de las cuales emergen. Claramente esta práctica ha de contextualizarse, teorizarse, esclarecerse a si misma y desarrollarse cualitativamente en otras prácticas que potencien el rechazo a lo establecido. Son muchas las actividades que hemos de apropiarlas en una dinámica vinculada a la acumulación del capital, muchas acciones que antes de rechazar hemos de abordarlas críticamente en pos de recuperarlas como mecanismos de nuestra clase para su autoliberación… Y en este caso hablamos de la violencia, como en otro caso podríamos hablar de ocupaciones que liberan los espacios de los tiempos del capital, pero que en todas estas situaciones no las consideramos por separado como “la solución” a nuestra esclavitud asalariada, sino en su retroalimentación y desarrollo emerge aquello que la ideología dominante nos hace rechazar.
El momento es ahora. La oportunidad está ahí. Solo falta la organización, la teoría crítica, la conciencia de clase. Si no aprovechamos de atacar a quienes nos oprimen, entonces seremos siempre oprimidos. La lucha de clases está afuera, adentro, en nuestra cotidianeidad; debemos buscarla, y aportar; para así poder ser libres como clase y poder vivir en comunismo en anarquía.