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EXTRAÍDO DE LA CIZALLA ACRATA |
Mis comienzos en el movimiento por los derechos de los animales tuvieron lugar hace unos 14 años. Solía poner panfletos sobre vivisección, veganismo, granjas factoría, y otras formas de abuso animal en los parabrisas de los coches y en tablones de anuncios. Me entusiasmaba poder educar a la gente. Había trabajado construyendo mataderos, así que creía que si todo el mundo era consciente de lo que yo había conocido en esos sitios se harían veganos. Tras un año de panfletear muchísimo, mi activismo se vio interrumpido por una condena de cárcel relacionada con un incendio (aquél delito no tenía relación con la liberación animal, pero también procuré no dañar a ningún ser vivo). Durante los 4 años que duró mi encarcelamiento estudié sobre los derechos de los animales, el biocentrismo, la filosofía, historia del mundo, evolución, religión, mitología, ley, movimientos por la justicia social, política, sociología… Leía cualquier cosa que cayese en mis manos y fuese no ficción.
En cualquier caso, tras mi salida de prisión y al terminar mi libertad condicional, me mudé a Denver, Colorado, la ciudad donde había pasado mi adolescencia. Tenía un par de buenos amigos que aún seguían por los suburbios del norte, y también una tía y algunos primos que vivían allí. Era el año 2003. Ya había asumido que no era falta de educación lo que hacía que continuase la crueldad hacia los animales, ya que varios grupos de activistas habían hecho públicos muchísimos vídeos donde se evidenciaba la crueldad de los laboratorios de vivisección, de los mataderos,… Tampoco era un problema relacionado con la distribución de estas imágenes. Con el crecimiento meteórico de Internet, cualquiera que quisiese saber que había tras la producción de su “comida” podía encontrarlo con tan solo pulsar un botón.
He hablado con suficientes personas como para darme cuenta que no dentro de todo el mundo hay un vegano que se preocupa por los seres vivos. Hay un montón de gente a la que los animales no les importan una mierda, tan solo tienen ciertos fetiches con los perros y los gatos, o les importan solo hasta el punto de no querer ni oír hablar de dejar de comer los cadáveres de animales asesinados. Durante ese tiempo me topé con mucha gente que estaba más indignada porque estuviese sacando esos hechos a la luz, que por los hechos en sí mismos. Aparentemente, si tu apoyas la muerte y la esclavitud tres veces al día no hay problema, pero si yo hablo sobre ello, entonces soy un gilipollas. Decidí volcar mi atención en los propios animales.
No puedo dar muchos detalles sobre aquellos años, ya que salvar animales de la tortura y la muerte está considerado como un acto de terrorismo por el gobierno de los Estados Unidos. Pero os diré algo: cuando asumes el riesgo de salvar a un animal de una muerte horrible y le miras a los ojos y ves su gratitud y su amor, eso te cambia. Ese mismo día te conviertes en una persona mejor y de nuevo eres capaz de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal con la misma sencillez con que lo hacías cuando eras un niño.
Empecé a relacionarme con la comunidad vegana local. Me invitaron a una reunión en la que, inmediatamente, me sentí fuera de lugar. La comunidad vegana de Denver tenía una diversidad similar a la de un congreso del Ku Klux Klan. Había estado trabajando a tiempo parcial con una organización abolicionista por los derechos de los animales, cuyos principales objetivos eran la promoción del veganismo y la información sobre los animales de granja, especialmente los llamados de “cría al aire libre” o “cría sin jaulas”. La noche iba avanzando y muchos de aquellos hipócritas empezaron a dejar volar sus opiniones, debido a las cantidad de cerveza que habían ingerido. Lo siguiente que sucedió fue una especie de patética reunión de citas rápidas, donde todo el mundo se puso en círculo y muy brevemente se presentaban a sí mismos, decían en que trabajaban y contaban qué hacían por los animales. Nunca había asistido a una muestra de egoísmo intelectual similar.
Llegó mi turno, y mencioné mi postura contraria al negocio de la “cría al aire libre”. Enseguida empecé a notar las miradas extrañas y a oír comentarios sobre que la cría al aire libre era “un paso en la dirección correcta” y que “Roma no se construyó en un día”, incluso oí a alguien decir, “yo soy vegano, pero me alegro de que los que comen carne tengan ahora una alternativa compasiva y libre de crueldad”. A lo que respondí “no puedo creer estar oyendo a un grupo de veganos promoviendo el uso de animales”. Tras esto, comenzó una enorme discusión y yo me fui de aquél encuentro con la firme determinación de sacar a la luz la realidad sobre la “cría al aire libre” y de educar a todo el mundo de nuevo. Solo que esta vez con más entusiasmo y vigor que nunca.
Comencé a repartir panfletos por todo Denver sobre la “cría al aire libre”, también los dejé en miles de limpiaparabrisas, hasta que mis dedos se llenaban de llagas de levantar y bajar aquellos cacharros. Puse mesas informativas en un montón de eventos y hablé con cientos de personas. Fui a un montón de conciertos de punk y hardcore a intentar reclutar a más jóvenes. Comencé a sentar las bases de un grupo al que llamé V.F.L (Vegan for life-Vegano de por vida). Resumiendo, hice todo lo que estaba en mi mano para dar fuerza, motivar y promover la liberación animal, incluso en el trabajo. En aquél momento yo era gerente de alimentos a granel en una tienda local de comida sana. Llevo la palabra “VEGAN” tatuada en el cuello, y hablaba con cualquier cliente que me preguntaba acerca de ello, y os aseguro que eran bastantes.
Durante algún tiempo tuve un blog en el que escribía artículos y trataba de revivir y revisar la filosofía vegana hardline. Pero cuanto más hacía, más crecía mi frustración. La gente con la que hablaba cuando ponía mesas informativas escuchaba todo lo que les decía sobre vacas siendo violadas para conseguir leche, sus crías asesinadas para hacer ternera, sobre como esas mismas vacas acababan finalmente siendo asesinadas para hacer hambruguesas y cuero. Esa misma gente, después me miraba, sin haber comprendido nada y me decían “tío, yo no podría dejar el queso, macho. El queso está tan bueno…”. A veces volvía a los sitios donde había dejado mis panfletos para encontrar que la mitad de ellos habían sido tirados al suelo.
Toda la gente metida dentro del punk rock pensaban que comer carne estaba bien, siempre que la sacasen de un contenedor de basura, y la gente del hardcore y los straight edges estaban más interesados en practicar pasos de baile y jugar a videojuegos que en poner en práctica sus creencias. Me quemé de todo aquello.
Los nuevos amigos con los que tanto me había gustado hablar sobre lo bien que hacíamos por ser veganos y lo equivocado que estaba el resto del mundo y bla, bla, bla, bla… Me quemé de todo, me cabreaban tanto los veganos pretenciosos como cualquier otra persona. Durante unos meses lo único que hice fue trabajar y poco más. Me deprimí, me sentía marginado e inefectivo. Comencé a soñar despierto en el trabajo con lo que podría hacer si no tuviese miedo, si no tuviese nada que perder. Si aquello ocurriese podría ser un miembro del movimiento clandestino, podría ser un activista del Frente de Liberación Animal. Cuanto más pensaba en aquello, más contento me ponía. Y un día, en el trabajo, una idea golpeó mi cabeza: qué mejor momento para hacer las cosas que el presente. Dejé mi trabajo y mi vida normal.
Lo primero que supe fue que trabajaría solo. Conocía y había estado con diferentes activistas locales y no había ninguno de ellos al que considerase apropiado para aquello. Lo siguiente que supe es que lo haría a lo grande. Con la represión que el gobierno aplica actualmente a cualquier campaña efectiva por los derechos de los animales, me decidí a ir a por todas. Si me van a coger y a llamarme terrorista por romper la vidriera de un McDonalds, pensé que entonces debería pensar a lo grande.
Elegí la fábrica de piel de oveja de Denver por dos razones. La primera era porque hacían un montón de dinero vendiendo pieles. Los animales sufren y mueren para que la gente pueda tener una cómoda y bonita funda para el asiento de sus motos. En mi opinión, no son mejores que los nazis que hacían jabón y artesanía con los cadáveres de los judíos. La segunda razón era porque el sitio parecía bastante inflamable. Nunca divulgaré como lo hice porque no es importante, pero donde hay un deseo, hay un modo de realizarlo.
Después de que todo estuviese dicho y hecho, ¡me sentí genial! Había destruido un centro de explotación animal y le había costado a la industria medio millón de dólares. Usé el nombre de “El lobo solitario del F.L.A” en los comunicados a la prensa para transmitir a mis hermanos y hermanas del F.L.A de todo el mundo (sean quienes sean) el poder de actuar solos. Quería que todo el mundo supiese que una sola persona puede conseguir un montón de cosas.
Desgraciadamente, me cogieron a causa de un chivato. Lo que más pena me da es haber confiado en esa persona. Pero los principios aún perduran. Todo lo que hicieron fue manipularme para decir que mi campaña de tres meses me había costado 150 dólares, mientras que a los explotadores de animales les había salido por tres cuartos de un millón de dólares.
El 11 de Febrero del 2011 seré sentenciado. Sea cual sea la sentencia que me impongan, solo será un tercio de mis tribulaciones. Todavía tengo que enfrentarme a otros cargos en Utah. Los abogados de los Estados Unidos quieren que la gente piense que el Frente de Liberación Animal, y yo en particular, somos terroristas. No soy un terrorista, y el F.L.A no es una organización terrorista. De hecho, ni siquiera es una organización. El F.L.A es cada vegetariano o vegano que no pone en riesgo ninguna vida y decide, de manera ilegal, liberar animales y/o causar daños económicos a aquellos que se aprovechan del uso y el abuso de animales. Desde su creación en 1976, ningún humano y ningún animal ha sido dañado, más bien todo lo contrario. Miles de vidas han sido salvadas y miles de explotadores de animales han sido parados. Un terrorista es una persona o grupo que elige como objetivo, y asesina seres inocentes para crear el pánico e instaurar el control mediante el miedo.
El 30 de Abril, a las 3:30 de la madrugada mi vida cambió. Me había hartado de ver empresas basadas en la muerte continuar sus negocios sin problema y decidí hacer algo drástico con respecto a ello. Estoy orgulloso de haber actuado en nombre de aquellos que no pueden defenderse a sí mismos. Puedo mirar en lo profundo de mi corazón y saber que no les fallé y que hice todo lo que pude. Y creedme, cuando vives en una jaula es todo lo que esperas que alguien haga por ti. Liberación animal, ¡cueste lo que cueste!
Walter Bond # P01051760
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