En estos tiempos de la Cólera (ira), cuando al “pedir” a voz enmudecida nuestros derechos a la clase política, traducido en gritos mudos sobre sus oídos apagados, no se vislumbra respuesta clara alguna (no existen ni el consenso ni los acuerdos), más bien se desprenden rasgos endémicos de dependencias, trazos de esbozos desdibujados, de palabras vacías que no dicen nada, se prefiguran las mil y una lógica de semánticas llamativas, de retóricas planteadas al son de lo que “demanda la mayoría”, esa mayoría que oculta las miserias a la cual se ve expuesta la humanidad y no pueden desgajarse de ellas, pues su posicionamiento frente a la tragedia es la resignación de pedir lo innecesario y acomodarse con lo insuficiente, más allá de lo que se les permite ver, pero más cerca de ese horizonte que descuelga de sus manos.
ALGUNAS REFLEXIONES, FALSAS REIVINDICACIONES Y PLEONASMOS ACRÍTICOS E INMÓVILES.
No somos capaces de mirar el punto de dispersión de la realidad, nos tienen golpeando nuestras cabezas en las murallas del olvido, en puntos de no retorno, cayendo en lo innegable, en la exteriorización y delegación de nuestros asuntos, es a eso a lo que los pueblos llaman con vehemente obstinación “resistencia”, es la proyección de nuestros deseos suspendidos, ordenados de manera tal, que tales deseos no son capaces de romper el status quo, más bien serán y son en sí mismos sus soportes. Esa dispersión de realidad, nos aleja de nuestros sentidos, decodificando los símbolos y representaciones abstractas del todo, de nuestros sentires y pensares, de todo a lo cual no podemos acceder realmente, ya que todo aquello está trastocados por ese toque inercial de moralidad civilizatoria, esa que nos comporta y nos desordena, que crea enemigos ficticios para mantener la concatenación de los elementos de producción fuera del alcance de los miserables.
Antagónicos los quieren, así los mantienen disueltos de la totalidad de facultades individuales, potenciado la correlación y acumulación de la sociedad en grupos con ideas en común, no es más que el ordenamiento de la población, de acuerdo a las necesidades del mercado, no una sublevación de fuerza mayor, provenientes de la efervescencia que provoca el miedo a la frustración y a la decadencia.
Lo que “demanda la mayoría”, nos sume en lo cuantitativo (cantidad) donde la organización del rebaño en grupos nos hace apiñarnos y en ello está la reprobación de nuestra capacidad de hacer por y desde nosotros mismos. Refleja nuestros miedos y los hace colectivos, nos oculta bajo sentimientos reprimidos, esos que aborrecen las potencialidades del yo, alienados en sentimientos de inferioridad de manera tal, que necesitamos de otros para resolver nuestros asuntos, para ello, ya sensibilizados y debilitados, lloramos a los muertos de la historia, esas condiciones de vidas que son como silogismos reiterados, ante ello nuestra posición frente a la inmundicia no es más que la perpetuación de las normas por otros medios y el estado desde otras mentes y formas, *per infinitum*.
Cris *Tanwood*, Desde alguna región del estado $hileno.