POR MARIO ARAYA
Una virtud muy propia en los individuos de espíritu rebañero y gregario.Es la adoración a un caudillo la que hace que las masas sean miserables despojos determinados y no individualidades determinantes.
El Surco, Iquique,17 de enero de 1925.
Desde hace ya más de un siglo que anarquistas y comunistas han protagonizado innumerables disputas alrededor de todo el mundo. Desde el nacimiento de estas corrientes como tendencias del proletariado internacional que ambas posiciones se han enfrentado, generalmente en base al debate y la acusación político-moral; pero también, bajo coyunturas muy puntuales, ha sido en base al enfrentamiento directo, a punta de golpes, traiciones y muertes. Como siempre, Chile no ha sido la excepción a esta constante, como la mayoría de los países “occidentales”, esta región ha visto nacer, crecer y morir a una gran cantidad de personajes y movimientos influenciados por las ideas marxistas y anarquistas.
En esta oportunidad centraremos nuestra atención en las polémicas protagonizadas por varios obreros de tendencia ácrata con el renombrado fundador del Partido Comunista de Chile Luís Emilio Recabarren y con su jauría de fanáticos. Es un evidente interés desde esta tribuna cuestionar la “indiscutida” presunción de la historiografía chilena, que nos habla de Recabarren como el padre del Movimiento Obrero chileno. Y aquel cuestionamiento nace principalmente porque consideramos absolutamente innecesaria aquella tendenciosa categoría, dado que en realidad no representa nada más que la intención de verticalizar la historia, poniendo en la cúspide de la escala de importancia a los sujetos más “representativos” de una época y marginalizando a los minoritarios junto a quienes se les considera hijos o súbditos de un “visionario apóstol”, así se reduce la importancia de los movimientos sociales, afirmando que éstos son producto del poder de convicción de unos y no de la capacidad de cuestionamiento colectivo de muchos. Ese es el argumento de la historia oficial: “la historia avanza porque hay unos pocos líderes capaces de empujarla”, los libertarios nos oponemos.
Recabarren, ciertamente fue un personaje destacado en sus años, pero cuando se intenta entregarle la paternidad de una explosión social tan grande y heterogénea como el movimiento obrero de principios de siglo, lo que se busca en realidad es homologar el discurso de este líder con la opinión generalizada del proletariado, dado que entre las principales luchas del ídolo obrero estuvo sacar de la pobreza mediante reformas a los sectores más marginales y disputar pequeñas mejorías al sistema social desde dentro del parlamento. Ambos aspectos son parte del discurso más repetido e insistente de la clase política chilena de todo el siglo XX: “combatir la pobreza” y “estimular el voto ciudadano para legitimar los gobiernos democráticos”. En este sentido, creemos que Recabarren se adapta perfectamente al ícono proletario que debe ser inculcado al pueblo para que éste carezca de identidad autonomista y revolucionaria.
Fragmentaciones tempranas
Los obreros que profesaban el socialismo en Chile hacia fines del siglo XIX eran ciertamente escasos, ya que esta tendencia fue ingresando de manera muy paulatina al debate ampliado del movimiento proletario nacional. Durante los últimos años del 1800 muchos trabajadores ingresaron a las filas del Partido Democrático (que en esos años era conocida como “La Democracia”), dado que éste era el más familiarizado con el discurso de los sectores sociales más oprimidos, en éste partido tuvieron refugio un sinnúmero de personalidades que pronto pasarían a identificarse con el socialismo ácrata y el “socialismo científico”. Cuando las limitaciones de aquella institución fueron demasiado evidentes, muchos socialistas se marginaron de ella buscando nuevas instancias de participación, donde los reales impulsores fueran solo obreros. En ese trayecto fueron desarrolladas algunas experiencias conjuntas entre los futuros anarcos y militantes del socialismo de tipo partidista; quizás la más concreta fue la Unión Socialista, que en su programa seguía compartiendo algunas de las demandas de “La Democracia”, pero sumaba otras como la separación de la Iglesia con el Estado, la elección directa del Presidente de la República y una nueva Constitución para Chile (1).
Pronto las diferencias se hicieron mucho más evidentes y los anarquistas comenzaron a rechazar la idea de participación política, en el sentido parlamentario, y a estimular la organización de los trabajadores para la acción directa y la preparación moral e intelectual de los obreros en base a valores francamente antiautoritarios. Los personajes más “famosos” de esta primera etapa son Alejando Escobar y Carvallo, Magno Espinoza y Luís Olea, ya que los tres estuvieron presentes en la formación de casi la totalidad de iniciativas anárquicas entre 1898 y 1903.
Más tarde la fragmentación dio como resultado tres grupos que se disputaban la representación de los trabajadores. Por un lado, el Partido Democrático, que apostaba a la conciliación de clases para lograr mejoras inmediatas en la clase obrera; por otro, los socialistas, que se agruparon en torno al Partido Obrero Francisco Bilbao (más tarde conocido como Partido Socialista Científico), que quisieron ser una alternativa netamente obrera utilizando la política parlamentaria; y por ultimo, los libertarios, que en su idea de crear una alternativa antipolítica, despreciaron toda institución que insistiera en representar a los trabajadores en los puestos de poder. Con aquellas ideas comenzó el tenso camino de enemistades entre socialistas y anarquistas. Uno de los primeros en polemizar con los anarcos no fue precisamente Recabarren, sino el líder del Partido Francisco Bilbao Alejandro Bustamante. Según los anarquistas este señor era un “individuo de guante y de levita”, un “farsante e ignorante” y un “candidato perpetuo”, dado que en los últimos años había participado de muchas entidades políticas con la intención de tomar algún puesto de autoridad. Por su parte, el partido al que pertenecía no era más que una organización que hacía “socialismo de cocina” y junto a la Democracia, solo eran “cómicos y comparsas de la comedia electoral” (2). A su vez, Bustamante y su partido se declararon “antagonistas al anarquismo”, por considerar que este movimiento representaba una “plaga social” y una “secta infernal”, según ellos la ideología anárquica llevaba a todos lados “el exterminio, el horror y la muerte”, por lo tanto, recomendaban al gobierno vigilar de cerca a estos “individuos importados” (3).
Durante esos años los dimes y diretes fueron bastante duros, hasta que en 1903 Alejandro Bustamante ingresara definitivamente al Partido Radical, en ese momento se confirmaron las acusaciones libertarias y el Partido Socialista quedó reducido a cenizas.
Correspondencia entre dos amigos
En esos días Luís Emilio Recabarren formaba parte de la tendencia más “izquierdista” del Partido Demócrata y mantenía relaciones aún cordiales con los anarcos, pero esto no significaba que sus opiniones y actitudes no fueran sinceramente cuestionadas por los libertarios. Alejandro Escobar y Carvallo, respondiendo a las continuas criticas que Recabarren hacía a los grupos ácratas por medio de la prensa obrera, escribió una carta abierta dirigida al líder Demócrata, a quien el anarquista consideraba su compañero y amigo (de esa forma comienza su escrito). Esta misiva dio la pauta a la primera polémica interesante.
Escobar y Carvallo inicia sus descargos desde Santiago, justificando las palabras de fuego que los anarquistas lanzaban contra todos los elementos proletarios que se sirvieran de la política y de los innumerables vicios del sistema para engañar al pueblo, el obrero planteaba que era menester “luchar contra el enemigo oculto en nuestras filas, que mañana nos hará traición, calumniándonos y atacándonos por la espalda, es necesario, aunque doloroso”. Decía Escobar: “prefiero un enemigo honrado y convencido a un correligionario mentiroso y farsante, especulador y charlatán” (4). Esto era expuesto ya que a Recabarren le molestaba que los anarcos utilizaran sus tribunas periodísticas para emplazar las actitudes de otros obreros, el socialista consideraba que los ácratas veían “una paja en el ojo de un hermano a quien no se quiere bien, y se la pintan mil veces más grande. Tratan de aplastarlo, hundirlo, en vez de levantarlo y corregirlo” (5).
Otra de las aristas que toca esta polémica es sobre las condiciones en que se desarrolló el primer Congreso Obrero de 1902 en Santiago y el segundo realizado en Valparaíso. Escobar plantea a Recabarren que es de su conocimiento que en la primera Convención fueron negados los poderes de varias organizaciones anarquistas que enviaban a sus delegados, sólo por ser asociaciones reconocidamente ácratas (6), además acusa a los organizadores de recibir dinero e incentivo del gobierno mediante el financiamiento de los pasajes para los delegados de provincias y la cesión sin costo de un local para la realización de la asamblea; también los acusa de contar con el apoyo de policías para no permitir el ingreso de elementos no deseados. El anarquista descarga su molestia ya que para él se prohibió el ingreso a “los únicos delegados honrados y sinceros que en nombre del pueblo obrero consciente, fueron ha hacer oír la voz de la verdad y la justicia, en medio de esa grande Asamblea de politicastros, de pillos e hipócritas, de traficantes electorales y de candidatos sin electores…” (7). Con respecto al segundo Congreso, expone que nuevamente fueron excluidos los revolucionarios, por un acuerdo entre los organizadores y la autoridad, además, dice que ésta vez se les entrego 500 pesos para que se realizaran los gastos de la reunión, que según Escobar, fueron gastados en banquetes, fiestas, paseos y tertulias (8).
Todas estas cuestiones fueron respondidas por Recabarren desde la cárcel de Tocopilla (lugar donde se encontraba recluido en esos días) con fecha 14 de agosto de 1904, a través de su carta-contestación. En primer lugar, el político justifica el rechazo a los anarquistas, ya que según él es una cuestión de “concepción de ideas, no de maldades ni de ventas”, los congresales no habrían permitido el ingreso de los ácratas ya que los consideraban perjudiciales para los fines de la Convención. Aún cuando la marginación era aprobada por el líder socialista, éste aconseja a Escobar ser “generoso y no pesimista” con respecto a esta decisión. Continúa Luís Emilio aduciendo que no tiene mayores argumentos con respecto al primer Congreso ya que no participó directamente, pero expone que todo (o casi todo) lo planteado por Eskobar sobre las irregularidades de los fondos de la segunda asamblea es falso. Dice que es inexacto que haya existido un convenio entre los gobernantes y ellos para marginar a los anarcos “Púes mi amigo el Alcalde Taiba, no puso ninguna condición para dar plata, teatro y toda facilidad a la reunión del Congreso” (9). Con esto, se niega el pacto anti-anarquista, pero se afirma el nivel de complicidad que el mismo tenía con algunos representantes de la autoridad.
Por último, Escobar redactaría una contra respuesta donde mantendría sus dichos y aún más, los llenaría de mayores antecedentes: “Saben […] que para no permitirnos la entrada, colocaban espías en las puertas de acceso al local de sesiones, tramaban intrigas por cartas, corrompían y engañaban a las comisiones informantes de los poderes y, por último, cuando estos se discutían, nos señalaban ante la asamblea, como corrompidos, infames, contrarios, enemigos, etc.”. Con respecto a la colaboración municipal EsKobar y Karballo diría que no le podía inspirar fe ni confianza un “Congreso Obrero, funcionando de acuerdo con el Gobierno y bajo la tutela de la Autoridad”, al mismo tiempo preguntaba a Recabarren, bajo pena de perder su estimación, si en realidad la marginación de sus compañeros anarquistas no se debía al miedo que tenían los congresales de disgustar al Gobierno o de “perder sus favores” (10).
Entre otras de las polémicas planteadas, está el emplazamiento que hace el obrero libertario a Recabarren donde lo llama a definirse realmente, ya que considera que su discurso es un tanto ambiguo, por contener rasgos Demócratas, Socialistas y Anarquistas. Esto sería respondido tajantemente por el político: “¿Qué soy yo? Es decir ¿en qué escuela milito? ¡Soy socialista revolucionario! Eso es lo que indican mis escritos y mi labor (11).
Un aspecto que resulta muy curioso es el lenguaje utilizado constantemente por el trabajador anarquista cuando habla del rol de los libertarios en la cuestión social y en la disputa política. Escobar en reiteradas ocasiones mencionaba que él junto a sus compañeros eran “los verdaderos revolucionarios”, los “hombres imparciales” y los “únicos poseedores de la verdad y la justicia”. Pero es necesario entender estas declaraciones desde la realidad de su propio tiempo, donde las posiciones ideológicas estaban en sintonía con la lógica positivista, cuya forma de razonar los hacía buscar contantemente los argumentos “científicos” para declararse dueños de la verdad, por lo tanto, de la respuesta correcta para la superación de la etapa capitalista. No dejaremos de plantear que Recabarren pretendió ser el profeta del socialismo, un ídolo obrero con intensos rasgos de egolatría, pero no podemos negar que el lenguaje de los ácratas de esos años iba sonando al son de la misma música.
Las tres misivas que hemos venido citando contienen una enorme cantidad de temáticas donde ambos obreros oponen sus visiones, creemos que estas cartas son fuentes esenciales para delinear y comprender la ruptura entre el anarquismo y el marxismo naciente en los primeros años del movimiento obrero chileno, y por tanto requieren de una profundización mayor. Acá solo hemos dado especial énfasis a la discusión sobre el Congreso Obrero por considerarla de una u otra forma, ejemplificadora en términos de lenguaje y problemática. Otras aristas serán tratadas más adelante.
Vale decir que, a pesar de la férrea defensa que Escobar y Carvallo realiza de los principios del anarquismo y del sumo convencimiento que denotan sus palabras contra la visión “política” y reformista de Recabarren, éste dejaría de militar en las filas ácratas un año más tarde de esta polémica, pasándose al mismo partido al que pertenecía el líder socialista y aunando sus fuerzas con él en la concientización partidista del proletariado. Este anarquista arrepentido sería uno más de los tantos que cambiaron su inclinación, pero sin duda Escobar representaba algo más, era uno de los primeros impulsores del anarquismo criollo junto a Magno Espinoza, que moriría siendo anarquista en aquellos años, y a Luís Olea, quien pasaría sus últimos días de vida en Ecuador, luego de sobrevivir la Matanza de Santa María.
Recabarren en Argentina
Ya en 1907 las aguas estaban completamente separadas, a pesar de que muchos obreros de tendencia libertaria mantuvieron simpatías con Recabarren, la gran mayoría lo consideraba sólo un politiquero obrero más.
Ese año la polémica se trasladaría hacia el otro lado de la cordillera, cuando el líder demócrata viaja en representación de la Unión Tipográfica al “Congreso de Unificación de las Organizaciones Obreras” convocado por el IV Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). Aquella Convención se celebró entre los días 28 y 31 de marzo en la ciudad de Buenos Aires y participaron de él 161 sindicatos y gremios y 186 delegados de distintas organizaciones (13). En la asamblea el delegado Jacinto Oddone presentó un proyecto para unificar las fuerzas del proletariado en una Confederación General del Trabajo, organización que tendría una misión revolucionaria y una finalidad explícitamente comunista anárquica. La intervención de Recabarren tuvo por objetivo reprochar la constitución de esta nueva Confederación, dado que sentía que en realidad no había un ánimo de cooperación entre los delegados anarquistas y que sus propuestas eran rechazadas solo por venir desde las filas socialistas. Pero en realidad, lo que buscaba este señor era que aquel congreso no denotara su clara tendencia libertaria, cuestión que era imposible dado que en su mayoría estaba integrado por organizaciones ácratas. A Recabarren le pareció bien excluir a los anarcos de los Congresos Obreros en Santiago y Valparaíso, pero ahora le parecía terrible que las definiciones revolucionarias del congreso excluyeran la finalidad socialista de tipo marxista (mas no sus medios ya que se aceptaba a la diversidad de formas de lucha). Recabarren mostraba su oposición con las siguientes palabras: “Yo sostengo que si con vuestra intransigencia de declarar la organización comunista anárquica, nos alejáis a nosotros los socialistas […] con mayor razón alejaréis a ese inmenso número de desgraciados obreros que todavía viven en la más grande ignorancia, que se niegan a organizarse por debilidad y degeneración…” (14). Este fue uno de los argumentos que utilizó el líder parlamentario para que el Congreso renegara de su finalidad, pero aquella razón era insuficiente, principalmente porque los anarquistas comprendían que era necesario imprimir un sello claro a los principios de la organización, aunque la sociedad se horrorizara con tan solo escuchar la palabra “anarquía”.
El desarrollo del Congreso fue realmente tumultuoso y tuvieron amplia mayoría los anarquistas, estos habrían interrumpido varias veces al socialista por medio de manifestaciones hostiles contra su declaración. Según el periódico socialista de Buenos Aires “La Vanguardia”, el público habría pedido constantemente que Recabarren se callara, “Varios anarquistas parados sobres las mesas gritaban: ¡no queremos oírlo! ¡No está en el tema!”, y cuando el socialista iba a terminar su ponencia el delegado ácrata Rodríguez habría sacado un puñal, mientras otro delegado apuntaba a la tribuna con un revolver (15). Ciertamente no creeremos a ojos cerrados esta declaración, pero lo importante es que la evidencia nos muestra que las ronchas sacadas por el dirigente de la Unión Tipográfica a los anarcos transandinos parecieran ser igualmente molestas que en el caso chileno.
Durante los años siguientes Recabarren fue tomando aún mayor protagonismo, en 1906 ya había sido electo diputado en Antofagasta pero no había podido tomar el cargo ya que se negó a hacer el juramento dada su condición de agnóstico. Pronto será perseguido por el gobierno chileno y encarcelado hasta 1911. Al año siguiente se desligó del partido Demócrata y creo un nuevo partido llamado Partido Obrero Socialista (POS) con el que comenzaría una nueva etapa.
Radicalización de las enemistades
El anarquismo del segundo decenio del siglo XX tuvo un enorme recambio, muy pocos de los antiguos trabajadores ácratas seguían vivos o perteneciendo a sus organizaciones, esta nueva generación ciertamente logró crear organizaciones un poco más sólidas y periódicos más duraderos. Entre ellos estuvo “Luz y Vida”, “La Batalla”, “Verba Roja” y “El Surco”, estos dos últimos fundados por el joven anarquista Julio Rebosio. Fue justamente él quien ahora enviaría una carta pública al renombrado líder socialista.
Según lo que podemos extraer de la carta, Recabarren había acusado a Rebosio de ser un traidor y pesquisa en alguna conferencia en Santiago, y había dicho tener pruebas irrefutables de aquello. Por este motivo el anarquista se había animado a iniciar una polémica. Además Recabarren en esas mismas charlas en Santiago había proclamado la derrota de los anarquistas cuestión que por supuesto generaba el escenario idóneo para las disputas ideológicas.
Cuenta Rebosio que, pronto acordaron con Francisco Pezoa (también anarquista) invitar a Recabarren a un debate público sobre temáticas que atacaban explícitamente las ideas del socialista, pero que éste al tener conocimiento de aquella invitación se habría negado a “discutir con individuos vendidos a la burguesía”. Los libertarios siguieron a Recabarren a varias conferencias para emplazarlo públicamente, pero según Julio Rebosio éste se demostraba tan revolucionario como ellos, por lo que optaron por no hacer más caso. Pero un tiempo después volvieron las acusaciones, esta vez se decía haber recibido documentos exclusivos de organizaciones de Tarapacá y Antofagasta donde se probaba que Rebosio era agente de pesquisa y que había traicionado varios movimientos en el norte. Esta vez, cuando los anarcos emplazaron a uno de los súbditos de Recabarren para que mostrara esos antecedentes, el sujeto argumentó que no podía pues se le habían quedado en casa. En este contexto Rebosio escribe la carta abierta Recabarren y en ella le exige que esos documentos sean publicados, además le plantea que de sus correligionarios esperaba algo así, ya que conocía de ellos sus aptitudes para “chapotear en el lodo”, pero que de él esperaba “algo de decencia” (16).
Al finalizar, el anarquista sentencia que de no ser publicados los documentos, quedará en evidencia “que no pasa de ser usted un desgraciado, un lisiado moral, que se cubre con el manto de una doctrina cualquiera” (17). Ciertamente aquellos papeles nunca fueron expuestos y quedó demostrado que Rebosio no era agente de policía, porque de haber sido así no hubiera sido encarcelado y torturado hasta la agonía desde ese mismo año hasta 1920.
A pesar de polémicas como éstas, Recabarren continúo haciendo crecer su radio de influencia en el proletariado chileno; su papel de líder idolatrado lo llevó a movilizar masas y a influir tremendamente en la definición ideológica no sólo del POS (que pronto transformaría en Partido Comunista de Chile) desde la esfera política, sino también de la FOCH, en el escenario sindical.
La última etapa de Recabarren estuvo marcada por su visita a la U.R.S.S. a fines de 1922, donde asistió en calidad de delegado al 4° Congreso de la Internacional Comunista y al 2° Congreso de la Internacional de Sindicatos Rojos. Estuvo 43 días en Moscú y aquella experiencia lo motivo a esparcir por todo Chile sus impresiones positivas del proceso revolucionario (18). Otra cosa que marcó los últimos años de Recabarren fue su calidad de diputado por Antofagasta, donde logró conocer de cerca la vida parlamentaria.
Quizás en este etapa “Don Reca” estuvo menos preocupado de responder las polémicas con los anarcos, o al menos no lo hizo por medio de las tribunas periodísticas, por ello no constatamos muchas discusiones abiertas en la prensa. Aún así, los anarcos no cesaron en acusarlo de reformista y politiquero en cada tribuna que tomaron. En 1921, por ejemplo, Juan Onofre Chamorro, destacado vocero de la Industrial Workers of the World (IWW), en una entrevista a la revista Zig-Zag declaraba lo siguiente: “la personalidad de Recabarren no me interesa, ni me ha interesado nunca. Es un individuo falso, sin rumbos sociales ni políticos definidos. Es un arrivista [sic]. Un sujeto que en nombre de los obreros busca las alturas y lo sacrifica todo por hacerse conocido. Lo considero un propagandista peligroso para el pueblo y para el país” (19).
Pero la falta de controversias con Recabarren no significó que hubiera poca relación entre comunistas y anarquistas en los años veinte. Al contrario, quizás sea en estos años cuando más fuertes fueron estas disputas, por un lado, los militantes del PC y la FOCH y por otro los anarquistas “autónomos” y los wobblies de la IWW. De hecho, muchas de las críticas a Recabarren llegaron juntas con los reproches a la organización sindical y política de los marxistas. Pocos días antes de la muerte de Recabarren los autonomistas de “El Surco” cuestionaban las pretensiones de la FOCH y su ídolo: “El hecho solo que fueran Recabarren y otros políticos los que crearon y dan vida a la F. Obrera de Chile, habla claro que no puede ser un organismo revolucionario. Sino que, por el contrario, una agrupación eminentemente reformista y amarilla […] Tal es la F.O. de Chile. Sus dirigentes, políticos profesionales la mayoría, le lamen las pesuñas a los déspotas, se alían con ellos, etc.” (20).
“La muerte de un futuro dictador”…
La muerte de Recabarren llegó un 19 de diciembre de 1924 y con ella se comenzó a escribir la historia de un mito idolatrado. Fueron miles los trabajadores que salieron a la calle a despedir a su líder, el escritor González Vera relata así el escenario de Santiago el día de los funerales, “Lo primero que llamó mi atención fue ver dos columnas de obreros en la calzada sur de la Alameda. Una estaba junto a la acera, la otra en el borde de la solera opuesta, contigua a los tranvías. Los trabajadores permanecían inmóviles, tomados de las manos. Eran dos interminables cadenas. Nacían en calle Bascuñán, donde se veló a Recabarren; se extendían por Alameda; entraban por Ahumada; pasaban el Mapocho y llegaban hasta la plazuela del Cementerio” (21). Gracias a las imágenes captadas por un camarógrafo anónimo podemos ver el panorama de Santiago durante esos días en el cortometraje “Los funerales de Luís Emilio Recabarren” (1924) (22). Es cierto, nadie puede poner en duda el gran cariño que el pueblo le tenía a Recabarren, lo que sí podemos cuestionar es la transformación del cariño en delegación e idolatría.
Lo primero que ocurrió tras su muerte fue la acusación gratuita que los comunistas hicieron al instante, según ellos, habrían manos anarquistas tras el asesinato del “padre espiritual” (23), claramente esto ocurrió sin ninguna evidencia y sólo era producto del odio y los prejuicios que en 1924 ya estaban tan arraigados en ambos “bandos”. Días más tarde, tras una investigación a fondo de varios delegados del PCCh y la FOCH se llegó a la certeza que Recabarren se había suicidado.
Los comunistas comunicaban así la muerte de Recabarren: “Hermanos, compañeros y compañeras, parias y desolados amigos nuestros, ¡EL JEFE HA MUERTO! Nuestro padre espiritual ha caído bajo el golpe de una mano asesina! […] ¡Venguemos a Recabarren!” (24). Como vemos, ellos mismos aceptaban la jefatura de Recabarren, pero no sólo eso, no pararon de emular su vida y su muerte con la de Vladimir Illich Lenin, quien también había muerto ese año. “El proletariado chileno, como el ruso, ha visto desaparecer de entre los vivos la esbelta figura del bravo agitador. La vida del Lenin chileno fue llena de martirios. Se le desconoció muchas veces su prodigiosa labor y se blasfemo en su contra” (25).
Pero no sólo los comunistas lo emularon con Lenin, también los ácratas lo igualaron, pero con un objetivo diametralmente opuesto. Para los anarquistas más “duros” la muerte de Recabarren era la muerte de un futuro dictador, según las palabras de “El Surco” el “Papa de los calumniadores” fue, “desde que aceptó la táctica leninista, un marxista de tomo y lomo. Es decir, un aspirante a déspota, un casi dictador”, “tenía las pretensiones de un Lenin, como muy acertadamente lo ha dicho un fetichista”, para ellos lo único que buscó en vida Recabarren fue “subirse en las espaldas de los explotados, a calumniar, a vender la dignidad de los hombres y querer, valiéndose de la ignorancia de las masas, ser, una de las peores pestes que afligen a la humanidad, un TIRANO” (26). Creemos sin embargo, que ésta no fue la posición mayoritaria con respecto a la muerte de “Don Reca”, hubo muchos otros anarquistas que se hicieron presentes en los funerales y que dieron sus condolencias por la muerte del político. La Unión de Baldosistas y Ramos Similares por ejemplo, estimaba que “el suicidio de Recabarren es la resultante de todos los enconos y vilezas de la oligarquía y de la indiferencia de los trabajadores a quien él quiso redimir; para nosotros es el apóstol que ha llegado a la cúspide de la inmortalidad, donde solo llegan los hombres de la pureza inmaculada de Recabarren. Nuestro mayor pésame es que los trabajadores hagamos de su memoria y sus obras una trinchera para defender nuestros derechos y deberes. Salud y anarquía” (27). Los IWW también se hicieron representar en los funerales y Federico Serrano Vicencio, conocido anarquista y simpatizante de la IWW, realizó un discurso a nombre del Comité Pro-libertades públicas de Santiago, donde valoró los aportes del fallecido para la clase obrera chilena. En una conferencia realizada a los pocos días del deceso tanto la FECH como la IWW y la Asociación de Profesores mostraron su sentir por la “perdida” de Recabarren (28).
Como hemos visto, los anarquistas nunca compartieron los principios ideológicos que movilizaron a Recabarren, hubo unos más confrontacionales y otros más conciliadores con su figura, pero todos rechazaron su propuesta política. Claramente los anarcos nunca fueron indiferentes respecto a su capacidad de movilizar masas; pero claro está que fueron muy concientes de que la revolución no llegará movilizando masa, por qué la masa carece de cuestionamiento y transformación desde la individualidad… la masa sigue al pastor y a Recabarren al parecer le asentaba muy bien aquel titulo mesiánico.
Notas:
* Articulo publicado originalmente en la revista Acción Directa Nº6, 2008, Santiago, Chile.
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(1) Sergio Grez, Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915, Santiago, Lom Ediciones, 2007, pág. 38.
(2) Grez, Los anarquistas…, op.cit., pág. 163.
(3) Grez, Los anarquistas…, op.cit., págs. 163-164
(4) Alejandro EsKobar y Karballo, “Sobre conducta y propaganda, carta abierta al ciudadano Luís E. Recabarren”, en Grez, Los anarquistas…, op.cit., anexo, págs. 293-301.
(5) Luís Emilio Recabarren, “Sobre conducta y propaganda, carta-contestación para Alejandro Escobar y Carvallo en Santiago”, en Grez, Los anarquistas…, op.cit., anexos, págs. 302-311.
(6) Todo delegado que acudía a un Congreso Obrero Público en representación de alguna sociedad específica debía llevar sus poderes, que en realidad era una suerte de carta de permiso de la organización para ser representada.
(7) EsKobar y Karballo, “Sobre…”, op.cit.
(8) Ibíd.
(9) Recabarren, “Sobre…”, op.cit.
(10) Alejando EsKobar y Karballo, “Sobre táctica y moral (2° carta abierta)”, en Grez, Los anarquistas…, op.cit., anexo, págs. 312-323.
(11) Recabarren, “Sobre…”, op.cit.
(12) Ibíd.
(13) Julio Cesar Jobet, Luís Emilio Recabarren. Los orígenes del movimiento obrero y del socialismo chilenos, Santiago, Prensa Latinoamericana S.A., 1955, pág. 24.
(14) “De Buenos Aires”, El Trabajo, Coquimbo, 18 de mayo de 1907, digitalizado en
http://luisemiliorecabarren.cl/?q=node/838
(15) Ibíd.
(16) Julio Rebosio, “carta abierta”, El Surco, Iquique, 15 de agosto de 1918. También disponible bajo el titulo “correspondencia contra la difamación” en Acción Directa, N°4, segundo semestre 2008.
(17) Ibíd.
(18) Jobet, Luís Emilio…, op.cit., págs. 55-57.
(19) “Hablando con el revolucionario Chamorro”, Zig-Zag, N°835, 19 de febrero de 1921.
(20) “La F.O. de Chile es reformista y amarilla”, El Surco, Iquique, 6 de diciembre de 1924.
(21) José Santos González Vera, “Luís Emilio Recabarren”, Babel, Santiago, cuarto trimestre de 1950, articulo aparecido en: Carmen Soria (compiladora), Letras Anarquistas, Santiago, Planeta, 2005, págs. 255-262.
(22) http://luisemiliorecabarren.cl/?q=node/636
(23) Tania Durán, Comunistas y anarquistas en los años veinte. ¿Seudo revolucionarios versus reformistas o libertarios versus vanguardia popular?, Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales, Santiago, Universidad ARCIS, 2008, pág. 27.
(24) ¡Recabarren!, La Llamarada, Antofagasta, segunda quincena de diciembre de 1924
(25) L.A.M.V., Nuestro cartel de hoy, La Llamarada, Antofagasta, segunda quincena de enero de 1925
(26) “La muerte de un futuro dictador”, El Surco, Iquique, 27 de diciembre de 1924.
(27) M. Flores (por la Unión de Baldosistas y Ramos Similares), “Condolencias”, Justicia, Santiago, 27 de diciembre de 1924.
(28) “La Velada Fúnebre”, Justicia, Santiago, 30 de diciembre de 1924