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EXTRAÍDO DE LA CIZALLA ACRATA |
El presente texto es del compañero preso Walter Bond
Todos, en ocasiones, nos sentimos solos, desesperados y deprimidos en nuestras luchas. Ser un revolucionario o un militante en la lucha por la liberación no es poca cosa y normalmente exige más de nosotros de lo que creemos que podemos dar o soportar. A veces miramos este maravilloso mundo y nos sobreviene la rabia y el resentimiento, por toda la avaricia, la codicia y la locura que nuestra especie inflige sobre el resto de especies.
Nací con los mismos instintos naturales que la mayoría de mamíferos. La creencia de que si abandonas a los demás, ellos te abandonarán a ti. En un mundo natural eso sería lo correcto la mayoría de las veces, pero no en la incivilización. El poder, que destruye la tierra, los animales y los ecosistemas, el poder que contamina, explota y destruye todo lo que es puro y natural, existe como un problema definitorio de la tecnología, la industria y el “progreso”.
Estas fuerzas de avaricia humana, pasividad y manipulación son increíblemente e intensamente pro activas, lo que significa que nosotros también debemos serlo. Pero también debemos ser conscientes de nuestro amor. Aunque debemos luchar tan ferozmente como cualquier luchador por la libertad que ha combatido antes que nosotros, y en ocasiones usar las tácticas más drásticas, no debemos olvidar que la nuestra es una lucha por la verdad, en todos los sentidos de la palabra.
Digo esto con conocimiento de causa, ya que como preso de los Estados Unidos y Prisionero de Guerra del Frente de Liberación Animal, es un desafío al que me enfrento a diario. En mi situación sería muy fácil ser beligerante y llenarme de odio, no solo contra las fuerzas de la opresión que diariamente me encerrarán y me maltratarán durante aproximadamente una década. No solo contra esas corporaciones gigantescas que asesinan al planeta mientras sacan beneficios de todo lo que machacan, si no también contra todas las ovejas con disfraces de lobo que veo continuamente, llenándose la boca con palabrería pero nunca haciendo absolutamente nada. Es duro perder tu libertad, pero es doloroso ver a otros convertir tu lucha por la liberación en una moda o una tendencia de internet.
Y entonces recuerdo las increíbles vidas de hombres como John Africa, Malcolm X, Huey P. Newton, Zumbi o Barry Horne y en ese momento me doy cuenta de que hombres mucho mejores que yo lo han pasado mucho peor. Me doy cuenta de que he de centrarme en mi amor por los animales, en las razones por las que permanezco desafiante, y en las razones por las que la compasión me obliga a seguir adelante, sin desesperar. Me doy cuenta de que he de centrarme en mi amor, y no convertirme en un mezquino ni en una persona ultrajante. En mayor o menor grado es una elección que todos los que hemos decidido posicionarnos en contra de un enemigo mucho más grande de nosotros hemos de asumir.
Me han preguntado muchas veces si pienso si podemos ganar. ¿Podemos cambiar las cosas? Es una pregunta que me cabrea, y que normalmente ignoro, porque si tu no lo crees cuando te la preguntas a ti mismo ¿yo qué quieres que haga? Y también es una respuesta que varía de persona a persona. ¿Podemos ganar? No, no si ni siquiera tú crees que puedes ganar.
Y ¿qué es ganar? Ganar no es el final de la explotación humana, animal o de la tierra. Esos son nuestras metas finales, ideales que deben conseguirse gracias a muchas, muchas victorias en la batalla destinada a levantar a las masas. No, “ganar” o “cambiar el mundo” comienza dentro de uno mismo y se manifiesta cada vez que hablamos en voz alta y clara. Cada vez que derribamos nuestros miedos a la autoridad, cada vez que nos golpean y nos levantamos de nuevo con más fuerza. Cada año que no nos rendimos y cada sacrificio que hacemos, que nos demuestra de lo que estamos hechos y nos transforma en personas que pueden cambiar el mundo.
Por otro lado, perder la esperanza, abandonar, tomarnos prolongados descansos de nuestras creencias o de los movimientos de liberación, debilita esa misión. Y entonces permanecemos callados, obedeciendo leyes injustas, siendo golpeados sin levantarnos de nuevo, convirtiéndonos sin remedio en pulpos de mil tentáculos llenos de cadenas, hasta que acabamos descubriéndonos preguntándole a extraños qué podemos o qué no podemos hacer.
Mi lucha, en último término, es por la liberación animal. Cuando recuerdo todos esos animales heridos con los que he trabajado o a los que he rescatado, o los miles de animales que vi morir día sí y día también cuando era joven y construía mataderos, cuando pienso en los años que pasé comiendo y bebiendo su muerte y su esclavitud, ahí es donde encuentro una deuda personal. Entonces me pregunto a mí mismo qué debo hacer, y la respuesta es un compromiso de por vida. Les debo a los animales lo mejor de lo que soy y de lo que hubiese podido convertirme. Se lo debo, no porque haya sido una persona espectacularmente mala en algún momento de mi vida, si no porque son tan pocos a los que les importa…
Cuando puedes ver lo que otros no son capaces de ver, cuando puedes sentir lo que otros no pueden, crece en ti la responsabilidad de crear un gran cambio. La responsabilidad de levantarse, únicamente tuya. Así que pregúntate qué es en lo que crees, qué es lo que realmente te importa, y la respuestas a esas preguntas será la Madre Naturaleza diciéndote cuáles son tus responsabilidades. Y entonces lucha, golpea, rompe, quema, educa, entrena, construye, destruye, salva vidas, enfréntate a tus opresores, defiende a quienes no tienen a nadie para que les defienda y no pares, no olvides y nunca te rindas! Mientras haya aliento, todavía estás en lucha!
Liberación animal, cueste lo que cueste.
Vuestro, por el amor y la liberación,
Walter Bond
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