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Paralelamente, en 2001, el hijo menor de un envejecido José (Héctor Alterio), Ernesto Olaya (Eduardo Blanco) es un arquitecto porteño sin trabajo que sufre la antesala de la crisis económica de ese año. Junto con su esposa e hijos, deciden emigrar a España, pero el denominado Corralito bloqueó sus depósitos bancarios impidiéndole comprar cuatro pasajes de avión. Sin embargo, su padre le ofrece dinero suficiente para que viaje solo. Ernesto se traslada a Madrid, donde conoce a Ana (Marta Etura), una camarera veinteañera que lo ayuda a instalarse en un departamento compartido con Mara (Angie Cepeda), una joven inmigrante ilegal colombiana. Ernesto observa como sus planes de progreso se desmoronan ante una lenta burocracia española y las restricciones y xenofobia que sufren los inmigrantes. A pesar de esto, miente a su familia sobre su verdadera situación, haciéndoles creer que vive solo y con buenas expectativas de trabajo.
Volviendo al pasado, José se embarca rumbo a Argentina, conociendo en su viaje a Juliusz Lazlo (Pablo Rago), un joven judío de nacionalidad húngara y a Gemma (Francesca Trentacarlini/Giulia Michelini), una niña italiana de nueve años que perdió a su familia. Juntos se instalan en un conventillo del barrio porteño de La Boca. El argumento continúa durante las décadas de 1940 y 1950 con las vivencias de José con el estallido de la Guerra Civil española, la historia de amor entre Juliusz y Gemma, el panorama político argentino durante el peronismo y con las distintas mujeres que pasan por la vida de José, como su primera esposa Sophie (Caterina Murino) y la segunda, Lucía (Valeria Bertuccelli), quien terminaría siendo la madre de Ernesto.
Por su parte, Ernesto consigue temporalmente un trabajo ilegal en un estudio de arquitectos. Eventualmente, a causa de la falta de sinceridad y la larga separación con su familia, empiezan a surgir roces entre Ernesto y su esposa Cecilia (Claudia Fontán), quien comienza una relación extramatrimonial con un compañero de su trabajo. Ya al final de la serie, Cecilia y Ernesto se divorcian, y este último empieza a tener sentimientos hacia su compañera de vivienda Mara, con quien se termina casando y teniendo un hijo.
Por último, en 2005, Ernesto —quien ya goza de la doble nacionalidad y un trabajo estable como arquitecto— y su padre visitan Asturias. Allí José en encuentra con los fantasmas de su pasado; decide matar al capataz que mandó a la mina a su hermano hace 70 años y más tarde suicidarse para reunirse con sus amigos. Finalmente recapacita y se da cuenta que tiene una vida en el presente. La serie termina con Ernesto y su padre sentados frente a la tumba de Andrés, mientras José finalmente le revela su secreto.