Las diferentes caras de la represión y las formas de hacerle frente.
En los meses siguientes al inicio de la “Operation Backfire” se presenció un aumento sin precedentes de represión gubernamental contra lxs activistas anarco-ecologistas, que se conoció como “Green Scare”. El veterano activista de liberación animal Rod Coronado fue acusado de delito después de responder una pregunta comprometida durante una conferencia en la universidad, por la que se podía haber enfrentado a décadas de cárcel. Seis activistas por la liberación animal a lxs que relacionaron con el SHAC, la campaña contra la empresa de experimentación animal Huntington Life Sciences, fueron condenadxs a varios años en prisión básicamente por administrar una página web. El activista por la liberación animal Peter Young, que había estado 7 años perseguido por el FBI fue finalmente capturado, y fue amenazado con una acusación de “doble traición”. Tre Arrow, famoso por haber sobrevivido una caída de más de 30 metros cuando la policía y lxs forestales le desalojaron de una ocupación forestal, se enfrentaba a una extradición desde Canadá a Estados Unidos para ser juzgado por unos cargos de incendios. Muchísimas personas fueron citadxs ante “jurados de acusación (grand jury)” , y algunas de ellas pasaron un tiempo en la cárcel por rechazar cooperar. Quizás lo más ominoso de todo fue cuando a tres jóvenes un agente provocador les tendió una trampa y fueron arrestadxs con cargos de conspiración sin haber hecho realmente nada. Dos de ellos, Zachary Jenson y Lauren Weiner se declararon culpables y se convirtieron en informadores del gobierno. El tercero, Eric McDavid, que ha contraído unas enfermedades crónicas como consecuencia de haber visto denegada su dieta vegana por parte de los carceleros, fue declarado recientemente culpable y espera la sentencia.
Esta fase del Green Scare parece acercarse al final. La mayoría de lxs arrestadxs en la “Operation Backfire” están cumpliendo las condenas. La primera persona del caso SHAC ha salido de la cárcel. Peter Young hace más de un año que está en la calle y se encuentra realizando giras de charlas. El juicio de Rod Coronado acabó estancándose.
Distinguiendo entre amenazas reales y percibidas:
En algunos círculos anarquistas el inicio del Green Scare se afrontó con un pánico que podía rivalizar con la respuesta después de los ataques del 11-S. Y esto era, por supuesto, lo que el gobierno quería: además de llevar a activistas individuales a la “justicia”, esperaban intimidar todxs aquellxs que ven la acción directa como el medio más eficaz hacia el cambio social. En vez de ayudar al gobierno al hacer asunciones exageradas acerca de cuan peligroso es ser un/a anarquista hoy, deberíamos saber discernir lo que estos casos muestran acerca de las actuales capacidades y límites de la represión gubernamental. El propósito de este texto no es abogar o sensacionalizar ningún acercamiento o táctica en particular. Deberíamos ser cuidadosxs y no glorificar la actividad ilegal: es importante ver como hasta lxs acusadxs que no han colaborado en ningún momento con la justicia han expresado remordimientos acerca de sus elecciones, aunque hay que entender esto en el contexto de sus casos judiciales. Pero también tener en cuenta que la represión federal afecta a todo el mundo involucrado en resistencias, no solamente a aquellxs que participan en acciones directas ilegales; el Green Scare ofrece estudios de casos de la situación en la que nos encontramos, nos guste o no.
El propósito de este texto no es abogar o sensacionalizar ningún acercamiento o táctica en particular. Deberíamos ser cuidadosxs y no glorificar la actividad ilegal: es importante ver como hasta lxs acusadxs que no han colaborado en ningún momento con la justicia han expresado remordimientos acerca de sus elecciones, aunque hay que entender esto en el contexto de sus casos judiciales. Pero también tener en cuenta que la represión federal afecta a todo el mundo involucrado en resistencias, no solamente a aquellxs que participan en acciones directas ilegales; el Green Scare ofrece estudios de casos de la situación en la que nos encontramos, nos guste o no.
Análisis práctico sobre un caso de represión: Eugene-Oregón
La “Operation Backfire” tuvo lugar con el telón de fondo de una investigación gubernamental, acoso y fichaje de presuntxs anarquistas en el Pacífico Noroeste. No es ninguna coincidencia el que Eugene, en el estado de Oregón, fuera un punto básico de los casos de la Operation Backfire, puesto que ha sido un lugar caliente de disidencia y radicalismo durante la última década y media, aunque la represión y otros problemas se han desatado en años recientes. No podemos ofrecer un análisis definitivo de las dinámicas internas de la comunidad anarquista de Eugene, pero siempre podemos observar cómo las autoridades decidieron reprimirla.
Un recurso interesante para este propósito es “Anarchist Direct Actions: A challenge for Law Enforcement (Acciones Directas Anarquistas: un Desafío para las el Órden Público), un artículo que apareció en Studies in Conflict&Terrorism en 2005, cuyos autores son Randy Borum, de la Universidad de Florida del Sur, y Chuck Tilby del Departamento de Policía de Eugene. Según Jeffrey “Free” Luers, Tilby fue uno de los policías que le vigilaban a él y al acusado Critter la noche de su detención en junio del 2000. Tilby ha dado charlas sobre el movimiento “criminal anarquista” a grupos de policías, y estuvo íntimamente involucrado en los casos de la “Operation Backfire”, llegando a hacer declaraciones a la prensa y aportando una cita al comunicado de prensa del FBI posterior a la acusación federal de Oregón.
Pero sorprendentemente el artículo no hace ninguna referencia explícita a Eugene. Aparte del nombre del autor (Tilby) al principio, no hay ninguna pista de que el artículo estuviera co-escrito desde Eugene. De todas formas el artículo ofrece varias pistas importantes acerca de cómo el gobierno acabó actuando contra lxs acusadxs de Oregón y contra lxs que pensaban que les apoyaban. Los autores centralizan la importancia de la investigación (“intelligence”) y de lxs informadorxs para la represión de “criminales anarquistas” al mismo tiempo que reconoce la dificultad de obtenerlxs. En el caso del las citaciones ante jurados de acusación, lxs anarquistas normalmente no suelen aceptarlas y muchas veces se crean grupos de apoyo para lxs detenidxs. Uno de los ejemplos más recientes de esto fue Jeff Hogg, que recibió una citación ante un jurado de acusación mientras se desarrollaban las detenciones y represión del Backfire, y que fue encarcelado casi seis meses en 2006 por negarse a declarar. Los autores advierten que “lxs investigadorxs y policías deben ser cautxs durante el interrogatorio para no revelar más acerca del caso mediante las preguntas que lo que pueda ser relevante de sus testimonios”. Es más, las preguntas realizadas por jurados de acusación aparecieron más de una vez en la revista del Earth First Journal, que en ese momento se editaba en Eugene. Es extremadamente importante apoyar a aquellxs que están siendo sometidxs a una investigación y mantenerse al tanto de los esfuerzos de lxsinvestigadorxs. Bastante gente cree que la investigación Backfire únicamente llegóa ser una fuerza real una vez que ese apoyo empezó a debilitarse en Oregón.
Sobre la infiltración, el artículo “Acciones Directas Anarquistas” aconseja:
“La infiltración se hace más complicada debido a la naturaleza comunal del estilo de vida [anarquista] (que está bajo constante observación y escrutinio) y el gran conocimiento que tienen muchxs anarquistas, el cual, para ser adquirido, requiere una considerable cantidad de tiempo y estudio. Se han probado otras estrategias de infiltración, pero no han tenido éxito hasta el momento. No es aconsejable el debate sobre estas tácticas en foros públicos.
Lo que sabemos de las primeras fases de las investigaciones del Backfire apuntan a una estrategia de monitorización generalizada e infiltración. Aunque lxs investigadorxs iban utilizando cada vez herramientas y estrategias más calculadas mientras avanzaba la investigación, por ejemplo enviando “testigos cooperadores” con equipos de escucha pegados para que hablaran con personas específicas, empezaron indagando una muestra amplia de “tribus” contraculturales. Se empezó vigilando lugares como casas de activistas y punks o lugares de reunión tales como bares (lxs anarquistas que beben deben tener cuidado acerca de la forma en que el alcohol puede soltar la lengua). Infiltrados e informantes apuntaron no solamente a lxs anarquistas más visibles e involucrados, también a bohemios que frecuentaban centros culturales y sociales parecidos. La policía acumuló una enorme cantidad de información “de fondo” aunque no tuvieran éxito en penetrar en los círculos en los que se organizaba la acción directa. Las aproximadamente 30.000 páginas reunidas en los casos de Oregón contienen una enorme cantidad de cotilleos y de información de fondo de unxs cuantxs personas de la comunidad de Eugene.
Parece que una metodología similar de creación de perfiles se que habían usado en Oregón, se usaron en Portland. Por ejemplo, en marzo de 2001 se llevó a cabo una redada a gran escala en una fiesta en una casa en la que se encontraban punks de Portland. Todxs fueron fotografiadxs y preguntadxs acerca del Frente de Liberación Animal y el de la Tierra. Algunxs fueron arrestadxs y acusadxs de secuestro y asalto a un policía, algo común cuando no hay nada más pero que llegó a autoinculpaciones por parte de los detenidos. Lxs acusadxs de la redada fueron grabadxs en sus apariciones en los juzgados por policías de lxs que luego se supo que eran de la “Unidad de Vigilancia de Bandas” (Gang Enforcement Unit). Una secuela de esta redada fue que la policía asediaba de forma rutinaria a punks en la calle preguntándoles si eran anarquistas.
Mirando con la perspectiva del tiempo parece probable que esos esfuerzos no estuvieran diseñados solamente para intimidar a lxs punks de Portland, sino desvelar información relevante sobre los casos relativos a anarquistas o de liberación animal o de la tierra de esa época. Ese puede haber sido un paso en falso de la investigación Backfire, pero por ahora no hay forma de saberlo. Lo que sí sabemos es que los acercamientos “amplios” por parte del Estado pueden ser efectivos a la hora de silenciar subculturas “socialmente conscientes” aunque no lleguen a descubrir conexiones con acciones radicales. Afortunadamente, en Portland, lxs afectadxs por la redada respondieron conjuntamente ayudándose mutuamente, limitando el daño recibido y aprovechándose de la situación para llamar la atención sobre las actividades policiales.
Otro punto especulativo es el que se refiere al grado en el que las autoridades fomentaron la división y las luchas internas en los círculos radicales de Eugene. Esta fue una de las tácticas comunes del COINTELPRO , y probablemente sigue usándose. Borum y Tilby dan indicios de ello en la parte final de su artículo “Estrategias e Implicaciones de las Autoridades”:
“Los conflictos internos son otra gran fuente de vulnerabilidad del movimiento. El debate sobre la diversidad de tácticas ya se ha analizado, pero el movimiento está también luchando contra la percepción de la falta de “poder” por parte de las mujeres y la falta de inclusión de minorías étnicas. Este tipo de conflicto ya se dio hace tres décadas en el seno del movimiento revolucionario de izquierdas en Estados Unidos”
Para lxs que estén familiarizadxs con los círculos radicales de Eugene, esto hace recordar los encendidos debates acerca de género y feminismo en esa comunidad. No hay evidencia concreta de que miembros gubernamentales estuvieran infiltradxs haciendo subir el nivel de tensión de esos debates, y debemos ser cuidadosxs a la hora de extraer conclusiones.
Una especulación así sólo puede ayudar al Estado al propagar la paranoia. Aún así, las policías varias, desde los niveles locales a los federales han de haber sido conscientes de las vulnerabilidades que surgieron en Eugene una vez que los debates reales se convirtieron en terapias de grupo y facciones. Tilby y sus secuaces seguramente han usado esa información a su favor cuando planificaban sus estrategias anti-anarquistas. En el momento en que los jurados de acusación de la Operación Backfireempezaban a investigar pistas concretas de Eugene, muchxs de lxs que podían haberse organizado para oponerse a ello ya ni siquiera se hablaban. Aunque esto no justifica la falta de integridad mostrada por aquellxs que se enfrentaron a jurados de acusación, si que ofrece un cierto contexto con el que se explica por qué los jurados de acusación no fueron combatidos más efectivamente.
Borum y Tilby cierran su artículo instando a lxs investigadorxs a emplear “paciencia y persistencia”, y ciertamente la paciencia y persistencia dieron sus frutos en la Operación Backfire. Pero esto no significa dar credibilidad a la noción de que “el FBI siempre encuentra al que está buscando”. La investigación estuvo plagada de errores y pasos en falso; muchas acciones nunca serán llevadas ante la justicia puesto que las autoridades no se encontraron con golpes de suerte ni cooperación útil. Pero debemos entender que la represión, y la resistencia contra ella, son proyectos a largo plazo que se pueden extender durante años o décadas.
Según algunos relatos, una de las pistas más significativas de la Operación Backfire provino de una ingenua petición de informes policiales en la comisaría de Eugene. Según esa versión, la policía dedujo de esa petición que debían prestar atención a Jacob Ferguson. Ferguson se convirtió el mayor informador de estos casos. Se ha mencionado menos frecuentemente que la policía estaba acusando a Ferguson de un incendio en el que no participó. Con Ferguson lo impensable ocurrió, y a las autoridades les salió bien el haberse equivocado. Más adelante, cuando la policía efectuó sus primeros arrestos y se presentaron las citaciones ante jurados de acusación el 7 de diciembre de 2007, a dos de lxs citadxs se les atribuyó falsamente la participación en ataques. Sus citaciones fueron anuladas al ganar la policía la cooperación de más informadorxs con la que llegaron a los arrestos de Exile y Sadie.
La investigación no era tan imparable y dinámica como el gobierno quería hacernos creer aunque fue ganando fuerza a medida que más personas iban descubriendo a otras. Las autoridades estuvieron años dando traspiés y continuaron cojeando incluso cuando los procesamientos estaban en curso, pero eran tenaces y seguían esforzándose. Mientras tanto, el ímpetu radical era cada vez menos consistente.
Rememoremos la actividad radical en Eugene de la última década. El disturbio anticapitalista del 18 de junio de 1999 llenó de júbilo a lxs anarquistas a pesar de que un participante pasó 7 años en la cárcel por ello. Lxs que participaron en el Día de Acción del 18 de junio estuvieron involucradxs en enfrentamientos y destrozaron algunos símbolos del capital cogiendo desprevenida a la policía. Las batallas campales en las calles de Seattle ese mismo año en la cumbre de la OMC no hicieron más que reforzar el sentimiento de que el mundo estaba al alcance. La mayoría de anarquistas activxs de Eugene nunca habían vivido un periodo así anteriormente. A pesar de las miserables demandas y empantanados análisis de gran parte del movimiento “oficial” antiglobalización, existía una percepción de que se podía luchar y ganar, un cambio profundo. Ser anarquistas parecía ser lo más guay que se podía ser, y esa percepción fue magnificada por la atención mediática que siguió. Al mismo tiempo, el Frente de Liberación de la Tierra estaba provocando incendios por toda la región.
A eso se siguieron una serie de reveses. En junio de 2001 Jeffrey Luers recibió su condena inicial de 22 años y 8 meses de cárcel. Al mes siguiente Carlo Giuliani fue asesinado en las calles de Génova durante las protestas contra la cumbre del G8. Aunque ambas tragedias ilustraban los riesgos de enfrentarse al sistema capitalista, la condena de Luers fue un gran impacto en Eugene. En esa atmósfera cambiante algunas personas empezaron a desentenderse y “seguir adelante con sus vidas”, no necesariamente traicionando sus principio, pero cambiando sus enfoques y prioridades. Este desgaste se intensificó cuando millones de banderas estadounidenses aparecieron por doquier como consecuencia del 11-S. Los esfuerzos anarquistas no cesaron pero siguió un periodo de relativa desorientación. Un año y medio después la invasión de Irak proporcionó otra oportunidad para la movilización radical, pero parte de la consistencia se había perdido en el área de Eugene. Y mientras tanto, el FBI y la policía seguía con lo suyo, día tras día.
Las policía acogió su avance más importante en los casos del Backfire (aunque empezara con una hipótesis incorrecta) justo antes de la sentencia de Luers, en el periodo comprendido entre el júbilo anarquista y el cambio a posiciones defensivas.
Los mismos incendios que fueron incorrectamente atribuidos a Ferguson fueron usados para justificar la desproporcionada sentencia de Jeffrey Luers, algo que intimidó a algunxs anarquistas a la hora de actuar. No hubo suficiente evaluación, aprendizaje ni afinamiento de habilidades, ni suficientes esfuerzos en la resolución de conflictos: la retirada tuvo lugar debido a la “inobservancia”. ¿Qué hubiera ocurrido si la investigación del Backfire hubiera continuado en circunstancias diferentes, si lxs radicales hubieran mantenido su dinamismo? Eso sería otra historia. Su final es todavía desconocido.
Presentando batalla:
La represión existirá mientras existan estados y personas que se le oponen. La invulnerabilidad total es imposible, tanto para los gobiernos como para lxs que se oponen a ellos. Todxs lxs infiltradxs e informadorxs de la policía secreta zarista no pudieron impedir la revolución rusa de 1917, ni tampoco la Stasi (policía secreta de Alemania del Este) pudo impedir la caída del muro de Berlín a pesar de tener expedientes de seis millones de personas.
Las luchas revolucionarias pueden tener éxito aunque estén enfrentadas a la represión masiva. Lo que podemos hacer nosotrxs es minimizar los efectos de esa represión anticipándonos a ella.
Ya hace años que lxs anarquistxs se han tomado en serio la cultura de la seguridad, pero la simple conciencia sobre la seguridad no es suficiente. Existen algunos temas sobre los que nunca es suficiente insistir: no cotillees sobre temas sensibles, comparte información delicada sólo cuando sea necesario , no abdiques tus derechos si te retienen o detienen, no cooperes con jurados de acusación, no entregues a otras personas. Pero se pueden cumplir todos estos requisitos y cometer igualmente errores fatales. Si las estrategias anti-represivas se centran solamente en lo que debemos o no debemos decir, perdemos de vista la necesidad de una comunicación clara entre las comunidades en lucha.
La interferencia del Estado en movimientos radicales puede interpretarse como un tipo de “crítica armada”, del mismo modo que alguien que lanza un ladrillo a una ventana de Starbucks realiza una crítica en acción. Lo que significa que un exitoso uso de la fuerza contra nosotrxs demuestra que teníamos vulnerabilidades preexistentes. No significa eso que debemos culpar a las víctimas de la represión, si no que necesitamos aprender cómo y por qué los esfuerzos para desestabilizarnos tienen éxito. Nuestra respuesta no debe empezar con el apoyo una vez que alguien es detenidx. Por supuesto que es importante, como lo es el apoyo a largo plazo una vez que alguien ha sido condenadx, pero nuestros esfuerzos han de empezar mucho antes, previendo las vulnerabilidades que nuestrxs enemigos pueden explotar. La discusión abierta sobre problemas, por ejemplo, los roles de género impuestos en supuestos espacios radicales, puede protegernos contra resentimientos insanos y desuniones. Tampoco significa esto que cualquier separación es injustificada; a veces lo mejor es que la gente vaya por su lado pero incluso si es necesario, deben intentar mantener el respeto mutuo o, al menos, una cierta voluntad de comunicarse cuando sea necesario.
El riesgo es relativo. En algunos casos puede ser una buena idea mantener un perfil bajo; en otros, mantener una visibilidad pública se ve como algo demasiado arriesgado, cuando de hecho nada puede ser más peligroso que esconderse y dejar que las dinámicas mueran. Cuando pensamos acerca del riesgo a menudo vemos cámaras de videovigilancia y celdas de cárcel, pero existen muchas amenazas más insidiosas. Lxs acusadxs de la Operación Backfire acabaron con condenas mucho menores de lo que se esperaba; tal como se vió más tarde, el riesgo más importante que afrontaron no fue la sentencia, sino la retractación y la traición, un riesgo que se demostró muy y muy real. De forma semejante podemos imaginar a Eric McDavid, que actualmente espera sentencia por cargos de conspiración, discutiendo el factor de riesgo de una acción hipotética con sus supuestxs amigxs, que acabaron siendo dos informadorxs potenciales y un agente provocador. Desafortunadamente el riesgo más real era tener es esas conversaciones con esa gente.
Preparándose para lo peor:
La sabiduría activista convencional dicta que unx no debe mezclar actividades clandestinas y públicas, pero el caso de Daniel McGowan parece contradecir esto. McGowan no fue llevado a juicio como resultado de su trabajo público, si no porque había trabajado con Jacob Ferguson, que se convirtió en chivato bajo la presión policial. Aunque el gobierno estuviera especialmente interesado en encarcelarle debido a su gran trabajo de apoyo a presxs y organización contra la Convención Nacional Republicana, McGowan recibió un gran apoyo público debido precisamente a ser tan visible. Si se hubiera escondido en la oscuridad podría haber acabado en la misma situación pero sin el apoyo que le permitió exponerse tan exitosamente como lo hizo, y sin hacer contribuciones tan importantes al movimiento anarquista.
Considerando cuantos años le costó al FBI el crear la Operación Backfire y el papel indispensable de lxs informadorxs en tantos casos del Green Scare, parece posible el poder hacer las cosas de manera exitosa, siempre que seas cuidadosx y tomes decisiones inteligentes sobre con quién confiar. El “curriculum” deacciones directas de McGowan, tal como aparece en las alegaciones del gobierno después de escuchar su sentencia, se lee como algo parecido a una novela de aventuras. Unx no puede dejar de pensar ¿solamente 7 años por todo eso?.
La otra cara de la moneda es que, a pesar de todas las precauciones, lxs acusadxs del Green Scare fueron atrapadxs. No importa cuan cuidadosx e inteligente seas, no es bueno creer que nunca serás atrapadx, has de estar preparadx para lo peor. Aquellxs que estén considerando acciones directas de riesgo deberían empezar asumiendo que serán atrapadxs y enjuiciadxs. Antes de hacer nada, antes incluso de hablar de ello, deberían preguntarse a sí mismxs si pueden aceptar las peores consecuencias que se pueden derivar de ellas. Además, dado que el gobierno puede perseguir a cualquiera en cualquier momento independientemente de lo que realmente hayan hecho, es importante incluso para lxs activistas más respetuosxs de la ley el pensar cómo gestionar el ser investigadx, citado a comparecer en los juzgados o encausadx.
Los casos del Green Scare muestran que cooperar con el gobierno nunca sale a cuenta al acusadx. De media, lxs acusadxs no cooperantes de la Operación Backfire están cumpliendo una condena menor respecto a las peticiones iniciales que lxs informadorxs, a pesar de que el gobierno puso a funcionar toda la maquinaria represiva para que fueses condenados de forma ejemplarizante. Exile y Sadie fueron amenazadxs con más de 1000 años cada unx, y están cumpliendo una condena de menos de ocho; si cada arrestadx entendiera la diferencia entre lo que el estado amenaza y lo que realmente consigue, mucha menos gente se rendiría sin luchar.
En el sistema legal estadounidense, los casos judiciales son en esencia un teatro lleno de despropósitos inicales. El estado empieza amenazando con las peores condenas posibles con la esperanza de intimidar al acusadx para que se declare culpable e informar. Es más fácil que el/la acusadx se declare culpable inmediatamente al ahorrar al estado enormes cantidades de tiempo y dinero, por no mencionar la potencial vergüenza de perder un caso al que se ha dado mucha publicidad. Lxs acusadxs no deben sentirse intimidadxs por los cargos iniciales que se les imputan y así no dar al estado más poder de negociación. Incluso cuando el/la acusadx tiene el temor de no poder agarrarse a nada en el juzgado, puede obtener algún poder de negociación amenazando al estado con un proceso caro, desafiante e impredecible; para ese fin es imprescindible contar con la mejor defensa posible. Cuando un acusadx acepta cooperar pierde toda esa ventaja y se lanza a los brazos de unas fuerzas que no tienen ni un gramo de compasión que ofrecer.
Aunque las cosas pintaban muy negras para Sadie, Exile, McGowan y Jonathan Paul durante todo el año 2006, mejoraron cuando el abogado de McGowan exigió saber si la parte acusadora había utilizado escuchas telefónicas ilegales de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) para obtener pruebas contra lxs acusadxs. El gobierno se mostró reacio a contestar, y por una buena razón: hacía poco que se había destapado un escándalo acerca de las escuchas ilegales de la NSA, y si el juzgado hubiera decidido que esas escuchas se habían utilizado anticonstitucionalmente, toda la Operación Backfire se habría ido por la borda. Es la misma razón por la que tantos miembros del Weather Underground son hoy en día profesorxs en vez de convictxs: el FBI trató el caso de forma tan chapucera que los juzgados tuvieron que dejarles libres.
No importa como de mal parecen estar las cosas, nunca infravalores el poder de luchar contra ello. Hasta el momento que Stanislas Meyerhoff y otrxs se rindieron, el eje central del caso federal de la Operación Backfire era Jacob Ferguson, un adicto a la heroina e incendiario en serie. Si todo el mundo excepto Ferguson hubiera rechazado cooperar y en vez de eso hubieran afrontado los cargos de forma conjunta, la Operación Backfire seguramente habría terminado de forma diferente.
Acerca de lxs informadorxs
Si convertirse en informador/a es tan mala idea, ¿por qué lo hace tanta gente? Al menos 11 de las personas con cargos serios decidieron cooperar con el gobierno contra sus antiguxs compañerxs, sin incluir la compañera de Peter Young, que ya lo hizo en 1999. Todxs ellxs eran activistas experimentadxs que en teoría habían pasado años pensando en cómo gestionar las presiones de los interrogatorios y juicios, que debían estar familiarizadxs con todas las razones por las que no vale la pena cooperar con el Estado. ¿Qué (si es que hay algo) podemos concluir de la cantidad de ellxs convirtiéndose en informadorxs?
Ha habido bastante especulación oportunista sobre este tema por “expertxs” con poco conocimiento de las circunstancias, mucho menos de experiencias personales. Vamos a dar por sentado que lxs arrestadxs se convirtieron en informadorxs porque eran chicxs privilegiadxs de clase media. De hecho, tanto lxs que cooperaron como lxs que no fueron separados según clase social y género. Se nos ha dicho que lxs acusadxs se chivaron porque no habían estado luchando por sus propios intereses, pero ¿cuáles son exactamente “los propios intereses” si no es vivir en un mundo sin mataderos y calentamiento global? ¿Quizá hamburguesas más baratas y aire acondicionado? Se ha llegado a sugerir que es inevitable el que algunxs se conviertan en informadorxs cuando se les somete a presión, así que no debemos culparlxs y que en lugar de eso deberían evitar usar tácticas que provoquen esas investigaciones e interrogatorios. Esta difamación no merece siquiera ser dignificada con una respuesta, excepto decir que no hace falta cometer ningún delito para que el gobierno empiece una investigación. Apoyes o no acciones directas de cualquier tipo, nunca es aceptable otorgar al estado el poder de dañar a otros seres humanos. Lxs activistas experimentadxs que han sido víctimas de algun/a chivatx te dirán que no hay ninguna fórmula segura para anticipar quién se convertirá en informador/a y quién no. Han existido informadorxs en casi cualquier movimiento de resistencia, incluyendo el Partido de las Panteras Negras, el Frente de Liberación Negro (Black Liberation Front), el Movimiento Indio-Americano (American Indian Movement) o el movimiento independentista de Puerto Rico; en ese sentido, los casos del Green Scare no son especialmente extraños, aunque algunx de lxs acusadxs parecen haberse hundido más rápidamente que sus predecesorxs. Puede ser que el follón que se ha montado sobre cuántxs eco-activistas se han convertido en informadorxs sea en parte debido a la ignorancia sobre las luchas pasadas.
Si algo desalienta a la gente de informar sobre otrxs, esos son los lazos de sangre. Históricamente, los movimientos con menor tasa de chivatxs han sido aquellos firmemente asentados en comunidades de larga duración. Los detenidxs de los movimientos de liberación nacional de antaño no cooperaron debido a que no podrían haber soportado volver a ver a sus padres o hijxs si lo hubieran hecho; de forma similar cuando lxs gangsters involucradxs en actividades capitalistas ilegales rechazaban informar esto se debía a que hacerlo habría afectado la totalidad de sus vidas, desde sus proyectos personales a su estancia en prisión y la vuelta a sus barrios. Cuánto más fuertes sean los lazos que aten a un individuo a su comunidad, menor será la posibilidad de que informen contra ella. Lxs radicales norteamericanxs blancxs siempre se han enfrentado a un desafío difícil en este sentido, ya que la mayoría de ellxs se han involucrado desafiando a sus familias y círculos sociales en vez de a causa de ellos. Cuando un/a exactivista se enfrenta a potenciales décadas en la cárcel por algo que era esencialmente un hobby, cuando sus padres le imploran que no tire su vida por la borda y cuando el sistema contra el que luchaba parece dominar completamente su presente y futuro, se necesita un poderoso sentido del bien y el mal para resistirse a venderse.
En este contexto no es sorprendente que el nexo común que unía a aquellxs acusadxs que no cooperaron era que casi todxs ellxs seguían involucradxs en colectivos anarquistas o al menos contraculturales. Daniel McGowan en diversas luchas hasta su arresto; Exile y Sadie seguían dedicadxs a vivir contracorriente aunque sin actividad política (una persona presente el día de su sentencia describía a sus amigxs como “una tropa de otro mundo de fans del black metal, con barbas trenzadas y piercings faciales”). Vemos la necesidad de forjar potentes colectivos y comunidades de larga duración con una cultura común de resistencia; lxs “marginadxs” (ndt: en el sentido de persona con pocas habilidades sociales) han de empezar de cero, nadar contracorriente, pero no es imposible.
Las sanas relaciones son la columna vertebral de tales colectivos, sin mencionar la organización de acciones directas seguras. Repetimos: conflictos no solucionados y resentimientos, dinámicas de poder desequilibradas y la falta de confianza han sido el talón de Aquiles de muchísimos grupos. EL FBI tiene perfiles psicológicos de sus objetivos con los que pueden atacar esas debilidades y explotar las potenciales fisuras entre personas. El truco más viejo en este sentido es decir a lxs detenidxs que sus compañerxs ya se han chivado. Para evitar esta intimidación, las personas no deben tener dudas acerca de la fiabilidad de sus compañerxs.
A pesar de los posters de “Los chivatos obtendrán su merecido”, lxs anarquistas no están en posición de implementar un código de “no a lxs chivatxs” por medios violentos. De todas formas, es dudoso que pudiéramos hacer algo así sin comprometer nuestros principios. Cuando se trata de coerción y miedo el estado siempre nos podrá superar, y no deberíamos aspirar a competir con eso. En vez de eso deberíamos centrarnos en desmitificar el chivateo y crear la confianza colectiva y el poder que lo desalientan. Si ser parte de un cierto colectivo anarquista es lo suficientemente gratificante nadie deseará exiliarse de él haciéndose informador/a. Y para que esto funcione, por supuesto, aquellxs que informan deben ser excluidxs para siempre del colectivo o del movimiento; al traicionar a otrxs para su beneficio personal, se sitúan al lado de la policía, carcelerxs y ejecutores a lxs que ayudan.
Aquellxs que puedan llegar a participar juntxs en acciones directas deben primero tomarse el tiempo necesario como para conocerse entre ellxs, incluyendo a sus familias y amigxs, y también hablar de sus expectativas, necesidades y metas. Debes conocer a la persona lo suficiente como para saber qué te gusta menos de cada unx antes de comprometerse a llevar a cabo alguna acción jutxs; debes estar segurx de poder superar el más difícil de los conflictos y confiar en ellxs en las situaciones más peligrosas durante los siguientes años.
Analizando las lecciones de los 70´ vemos que la drogadicción es otro factor que tiende a relacionarse con el chivateo, puesto que puede estar ligada a problemas personales profundos. Es el caso de Jacob Ferguson, el primer informador de la Operación Backfire, que era desde hacía tiempo un adicto a la heroina. Si bien es cierto que los casos de la operación Backfire habrían sido mucho más difíciles para el gobierno si nadie más que Jacob hubiera cooperado, también lo es que el FBI nunca habría sido capaz de iniciar los casos si lxs otrxs no hubieran confiado en él.
Un rápido apoyo a lxs presxs es tan importante para lxs que se enfrentan a jurados de acusación como lo es el apoyo público. Como unx de lxs acusadxs del Green Scare ha comentado, algunxs acusadxs se vuelven a menudo chivatxs poco después de su detención, cuando están desorientadxs y no saben qué expectativa tener de lo que les espera. Se sabe que las celdas de comisaría son más duras que la cárcel: lxs que acaban de ser detenidxs pueden empezar a preguntarse si podrán soportar años de cárcel sin un sentido realista de lo que puede pasar si “cantan”. Los grupos de apoyo deben intentar pagar las fianzas tan rápido como sea posible para que la persona detenida les informe cara a cara y para tomar decisiones respecto a la estrategia de defensa. Para ello sería ideal contar con cierto dinero para utilizar en el apoyo legal antes de que haya ninguna detención.
No se puede dejar de insistir lo suficiente en que informar es siempre un tema serio, sea un/a detenidx comprometidx que revela información sobre sus compañerxs, o sea una amistad respetuosx de las leyes contestando preguntas aparentemente inofensivas. El objetivo principal del gobierno en cualquier caso político no es tanto encarcelar a alguien sino obtener información con la que acotar colectivos radicales con la meta de reprimir y controlar a esos colectivos. El primer trato que el gobierno ofreció a Peter Young fue que volviera a los círculos animalistas para informar sobre ellos desde dentro: no solamente sobre actividades ilegales, también sobre las legales. Incluso una aparentemente respuesta sobre algo que puede parecer trivial puede llegar a poner en peligro la vida de alguien, hayan o no cometido algún delito. Nunca es aceptable dar información sobre otra persona sin su consentimiento expreso.
Retomando la iniciativa
No debemos conceptualizar nuestra respuesta ante la represión estatal en términos puramente reactivos. El gobierno necesita muchos recursos para crear una sólida operación como han sido los casos del Green Scare, y cuando la montan crean situaciones inesperadas que descubren nuevas vulnerabilidades. Como en el judo, cuando el estado realiza un movimiento, podemos devolver el golpe que les coja desprevenidos. Tomando un ejemplo de las grandes movilizaciones, lxs poderosxs fueron finalmente capaces de incapacitar al llamado movimiento antiglobalización lanzando enormes cantidades de policías contra ellxs; pero debido a las denuncias presentadas contra ellxs, la policía de lugares como Washington D.C tiene sus manos atadas respecto al tema del control de multitudes, como demostró su extremo comedimiento en las protestas contra la OMC/Banco Mundial del octubre de 2007. Estamos sumergidxs en una larga guerra contra los poderes jerárquicos que no puede ser perdida ni ganada en un solo combate; la cuestión es siempre como sacarle el máximo partido a cada desarrollo de la situación, tomando la iniciativa siempre que podamos y pasando cualquier ventaja que podamos conseguir a aquellxs que lucharán después de nosotrxs. Tiene que haber alguna forma de revertir el legado del Green Scare hacia nuestro terreno. Un punto de partida es usarlo como una oportunidad para aprender cómo investiga el estado la actividad clandestina y asegurarnos que ese aprendizaje pase a la siguiente generación. Otro es buscar una causa común con otras comunidades o colectivos en el punto de mira. Un ejemplo de ello podría ser la reciente conexión entre activistas de liberación animal del área de la Bahía de San Francisco con las personas que apoyan a Lxs 8 de San Francisco (San Francisco Eight), ex-panteras negras que están acusadxs desde 1971 del asesinato de un policía.
Postdata: cobardes…
“Me parece irónico que apoyes a mujeres victimizadas pero que en tus comunicados victimices verbalmente a aquellxs con lxs que no estás de acuerdo. Me pregunto si alguna vez has preguntado a lxs estudiosxs del noroeste sobre cómo ser efectivx y actuar de forma positiva. Como lxs profesorxs que escribían cartas al juzgado hablando bien de tí… la mayoría de ellxs son increíblemente generosxs con tus ideas. He aprendido mucho en mis años como juez… lo he visto todo… se llama experiencia humana. Quítate las máscaras hasta que se revele el verdadero Daniel McGowan…puedes ser tú el cambio que tanto buscas. No uses a Gandhi solamente cuando te conviene. Espero que escribas en tu página web y expliques quien eras, lo que hiciste. Puede que dejes de ser tan popular pero…cambia tu página web. Denuncia, renuncia y condena. Si realmente te lo crees no es tan duro. Si quieres marcar una diferencia ten el coraje de decir cómo la vida que llevabas era la vida de un cobarde. Es una tragedia ver cómo estxs jóvenes tan talentosxs y brillantes van y dañan las industrias. No está bien hacer que a la gente le asuste trabajar en lo que le da para vivir. Quítate las capuchas, camisetas y máscaras y ten un diálogo real”Jueza Aiken después de leer la sentencia que condenaba a Daniel McGowan a 7 años de cárcel por “terrorism enhancement” (notas tomadas por Gumby Cascadia)
Reflexionando sobre la sentencia de la Jueza Aiken, olvidemos por un momento la cuestión de si lxs ejecutivxs que se benefician de la tala de árboles, explotación animal e ingeniería genética “hacen lo que tienen que hacer para sobrevivir”. Dejemos pasar también lo de que aquellxs que dirigen estas industrias estarán más dispuestxs a participar en un “diálogo real” con lxs ambientalistas si estos se limitan a la pura legalidad. Reservémonos incluso la opinión acerca del intento de Aiken de comparar la violencia machista con los comunicados sarcásticos, algo parecido a la comparación de la fiscalía que decía que el ELF, a pesar de no haber herido nunca a un ser humano, no es diferente del Ku Klux Klan.
Pero hay algo que no podemos dejar pasar acerca de la retórica de Aiken sobre la cobardía: si ella se encontrara en una situación que exigiera una acción al margen de los canales establecidos del sistema legal, ¿sería capaz de hacerla? ¿O seguiría insistiendo en un proceso legal como es debido, aconsejando a la gente que fuera paciente mientras se dejaba vía libre al comercio de esclavxs o mientras lxs nazis empezaban a mandar gente a Dachau? ¿Es justo que una persona cuya complicidad con el status quo es recompensada con estabilidad financiera y estatus social acuse a alguien que ha arriesgado todo para actuar según su conciencia…de cobardía? Quizá la Jueza Aiken se sentiría con la potestad de decir que John Brown era un cobarde, o que también lo eran lxs alemanes que intentaron matar a Hitler.
Una vez que se hace esta pregunta, otra le sigue inexorablemente: ¿qué si no la actual crisis ecológica sería una situación justificada como para realizar acciones fuera de los canales establecidos del sistema penal? En todo el planeta no paran de desaparecer especies, el cambio climático está empezando a causar estragos también en seres humanos, y lxs científicxs nos están dejando un lapso de tiempo muy corto para que hagamos lo que debemos hacer… mientras el gobierno de Estados Unidos y sus marionetas corporativas rechazan siquiera llevar a cabo los cambios insuficientes que piden lxs liberales. Si la distópica pesadilla que esxs científicos predicen llega a ocurrir, ¿mirarán atrás lxs refugiadxs del futuro y entre Aiken y McGowan juzgarán que McGowan es el cobarde?Vivimos en una democracia, insisten Aiken y lxs de su ralea: sobrepasar los canales establecidos e infringir la ley es comparable por sí mismo a atacar la libertad, la comunidad y el diálogo. Es lo mismo que dijeron en 1859.
Aquellxs que consideran el respeto a la ley como más importante que actuar según su propia conciencia siempre intentan encuadrarse en el lado de lxs responsables, pero la esencia de esa actitud es el deseo de evadir responsabilidades. La sociedad, representada por sus atrincheradas instituciones, es la responsable de dictar qué es lo bueno y lo malo; lo único que hay que hacer es acatarla ciegamente, pidiendo un cambio cuando los resultados no son del gusto de cada unx, pero nunca saliéndose de la línea. Este es el credo de lxs cobardes. En la audiencia que iba a determinar si lxs condenadxs iban a ser sentenciadxs como terroristas, Aiken reconoció con frustración que no tenía ningún control sobre lo que el Departamento de Prisiones haría con ellxs a pesar de sus recomendaciones, pero se lavó las manos y les
dió a McGowan y otrxs cargos de carácter terrorista de todas formas. Sin duda Aiken siente que los defectos del sistema no son su responsabilidad, aunque participe en hacerlos cumplir. Simplemente hace su trabajo.
Esa es la defensa de Nüremberg. Sin importar lo que piensa de las acciones de McGowan o del Departamento de Prisiones, Aiken es personalmente responsable por enviarle a la cárcel. Es responsable de separarle de su mujer, de evitar que continúe con su trabajo de apoyo a lxs supervivientes de la violencia doméstica. Si él es apalizado o violado en la cárcel, será lo mismo que si fuera Aiken quien lo hiciera. Y no solamente McGowan, Paul, Exile o Sadie, sino cada persona que Aiken haya enviado a la cárcel.
Pero Aiken y lxs de su tipo son responsables de mucho más. Mientras los icebergs de los polos se derriten, los bosques pluviales son reducidos a pulpa, y el cambio climático produce cada vez más y más catástrofes en todo el planeta, son también responsables por detener a todxs aquellxs que podrían realizar acciones directas para evitar estas tragedias. En resumen, son responsables de forzar la destrucción al por mayor del medio natural.
Aiken podría responder diciendo que el llamado sistema democrático es la forma más efectiva de luchar contra esa destrucción. Desde luego hasta ahora ese argumento ha funcionado, ¿verdad? Al contrario, parece más probable que no se lleven al punto de considerar honestamente si podría haber un bien más alto que el mantenimiento de la ley y el orden. Para la gente como ella, la obediencia de la ley es más importante que los icebergs derritiéndose, los bosques o ciudades como Nueva Orleans. Cualquier precio es justo para evitar responsabilizarse de su contribución a determinar el destino de planeta. Y hablan de cobardía.
…y héroes
O sea que si McGowan y el resto de lxs que no cooperaron en el Green Scare no son cobardes, ¿significa eso que son héroes?
Debemos tener cuidado y no adoptar sin pensar lo inverso de lo que dijo Aiken. Al presentar el caso frente al gobierno, Peifer describió las hazañas de lxs detenidxs en la Operación Backfire como “casi igual que Misión Imposible (la película)”. A los poderes les conviene presentar a lxs acusadxs como superhumanxs: cuanto más excepcionales parezcan sus logros, lo más alejadxs respecto al resto de la sociedad.
De forma parecida, poner en un altar a lxs “héroes” puede ser una forma para que el resto de nosotrxs nos desentendamos: como obviamente no somos héroes comparables a ellxs, no necesitamos ponernos a su mismo nivel. Es perjudicial glorificar a McGowan, Exile, Sadie, Peter Young y otrxs; al escoger la acción anónima no pensaban en ser reconocidxs, sino hacer de forma privada lo que creían que era necesario, justo lo que deberíamos hacer todxs. Son tan normales como cualquiera de nosotrxs: cualquier persona normal que tome la responsabilidad de sus acciones es capaz de grandes cosas.
No quiere decir esto que todxs debamos provocar incendios. Hay miles de caminos disponibles para aquellxs que quieran tomar las riendas, y cada persona debe escoger la que le sea más apropiada según su situación. Dejemos que el coraje de lxs que no cooperaron en el Green Scare, que se atrevieron a actuar según sus creencias y rechazaron traicionar sus ideales aun cuando les amenazaron con que pasarían su vida en la cárcel, nos sirva como recordatorio de cuántas cosas la gente normal como nosotrxs puede llevar a cabo.