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Lo más curioso del problema es que no nos referimos a l@s anarco-guadalupan@s que, seguramente, hoy por ser domingo, se debatirán entre asistir a misa y hacer una que otra obra caritativa por Ecatepec o, desfilar como todos los años con el contingente del Frente Auténtico del Trabajo (FAT), codo a codo con sinarquistas, pejelagartistas, anarco-pacifistas y demás fauna afín; ¡no! Se trata de compañer@s que se asumen “del otro bando”. Es decir, contrarios al opio religioso y al inmovilismo pacifista. Sin embargo, en la práctica, cautivos por la gloria del espectáculo, caen en el trillado sacrificio, en la ineludible religiosidad en la que se encuentra sumida la sociedad entera y se prestan a “poner la otra mejilla” y sumarse al listado de l@s mártires. Peor aún: reclaman su condición de mártires haciendo un profundo hincapié en que “al contingente anarquista” se le reprime a pesar de “que de manera pacífica se manifestaba en la marcha del primero de mayo”[1]. Poniendo en evidencia la innegable contaminación liberal que les obliga, en primer término, a jugar con las reglas del sistema, reconociendo el “derecho a manifestarse”; en segundo lugar, a hacerlo “pacíficamente”; dando lugar a lo que inevitablemente le sigue: probar la “inocencia” de l@s compañer@s detenidos (si ese fuera el caso, hasta el momento continúan con la dramatización sin contratiempo alguno). Es decir, la reafirmación y consolidación del sistema de opresión a través de la dicotomía: “inocentes” y “culpables” y la implícita condena a aquell@s que nos negamos a jugar con las reglas del sistema, a quienes no aceptamos las fórmulas impuestas de marcha, mitin, plantón, a l@s que llamamos a actualizar las luchas y a superar la protesta y la resistencia, a quienes convocamos a la confrontación permanente, al ataque directo al sistema de dominación, no en abstracto, no en el discurso, no en letra muerta, sino al embate concreto contra sus madrigueras y contra sus personeros.
A. M. Bonanno.