En una noche del invierno del 2009, cuando el frío y la humedad se dejaban sentir, tomamos el camino que han seguido innumerables hombres y mujeres desencantados y enterrados en su mediocridad. Abrasados al tiempo, nada hacia diferente esa noche al resto de las noches enfermas de esta ciudad, donde las sirenas de los pacos y los balazos de los oscuros y laberínticos callejones, tratan a sangre fría de adueñarse y marcar presencia en los rincones, tratando de ser las lunas o de sentirse dioses que imponentemente se levantan sobre nosotros y nos ayuda a mirarnos los ojos. Aquella noche, como tantas otras noches, en algún rincón, oscuro, donde apenas se distinguen las palabras, donde hay que gritarse para oírse, no hacia falta la luz, nuestros ojos se distinguían claramente, el hermoso color pardo oscuro de la tierra se reflejaba en los deseos y las palabras que se oían desde las miradas y suavemente se deslizaban y se enredaban con nuestros oídos, con nuestras raíces, con nuestros ancestros, serpientes capaces de morder, deseosas de escupir veneno, angustiadas y colerizadas por la eterna condena de arrastrarse para vivir. Así abrasados al tiempo, al movimiento sincrónico de nuestros pasos, nos abrasamos ilusamente a un largo sorbo de vino, donde el beat acelera la pasión, el que va ahogando ese nudo en la garganta y va realzando ese sentimiento de placer, donde esta angustia se digiere y desde donde se escupe el lamento madurado en estas tierras. Así la Debacle se arma espontáneamente, recoge las palabras y lamentos que han escritos tantos cantautores y poetas anónimos, tratando de sumarse a la ardiente barricada, buscando ganar cuando lo único seguro es que apostamos a perdedor. Así es la guerra dicen algunos con un tono triste, pero nadie ha escrito el final de esta guerra, la que no se olvida, la de la tierra regada por sangre ardiente, la de la piel morena partida, la del desgarrador aullido que busca en los vientos encontrar los ecos de las más bellas anarquías y envolver las balas que desde los rincones se disparan para defender la alegre libertad en contra la propiedad.