Lavanderas, cocineras, amas, bordadoras, aplanchadoras, etc. a vosotras, compañeras, que se os paga una miseria, tenéis el deber de ser organizadas para que se os pague vuestro trabajo, y no se siga recargando vuestra tarea desde la mañana hasta la noche; sin disponer siquiera de tiempo para acariciar a vuestros hijos, ni mucho menos para disfrutar de lecturas que os reportarían un agradable y útil pasatiempo.Con un poco de buena voluntad podemos acudir a un compañero o compañera preparada para que nos indiquen un programa de trabajo que sirva para guiarnos en nuestras luchas, como también para exponer las razones que nos inducen para tomar tal o cual determinación.Tenemos los artículos de primera necesidad sumamente caros, los elementos que utilizamos en nuestro trabajo por las nubes, el precio que se nos paga es el mismo de cinco años atrás.No es lógico, no es justo que sigamos en este tren, en perjuicio de nosotras mismas, y, lo que es peor continuar siendo unas rémoras en este siglo de luchas y de triunfos.Somos las únicas que quedamos rezagadas en el camino de la organización, y también somos las más atrasadas material e intelectualmente; y poseyendo estos defectos, ni nos preocupamos de nuestros hijos que estarían expuestos a seguir la misma senda, si la tenacidad de muchos luchadores no nos prepararan para las contiendas de la vida.
Poca cosa nos cuesta juntarnos en algún local social, y echando al olvido cuestiones de comadres y chismes de convetilleros, proponernos hacer valer nuestro trabajo, descansar siquiera una hora cada día, para pensar en nuestra felicidad social, que marcharan como lo quieran nuestros deseos y aspiraciones.
Realizando estas labores, habremos dado un grito de alarma a todo el mundo; pues si la mujer sale del escondrijo de la ignorancia y la miseria para exigir derecho y deberes, quiere decir que el estado actual ha llegado a tal punto de relajación, que es preciso destruirlo y construirlo de nuevo para que no quede un vestigio de sus hediondos y carcomidos escombros.
Nada hay que se nos ponga por delante, los obstáculos que siempre interceptan el paso, templan los músculos y fortifican nuestro espíritu, ¡hemos sido tan heroicas para envejecer en las chozas inmundas muriéndonos de hambre; más heroicas y serenas seremos luchando a pleno sol y viento por la completa liberación humana.
Para terminar, os digo: tenemos dos caminos que seguir: el primero es demasiado viejo y andamos en él: seguir soportando con paciencia las brutalidades e imposiciones de nuestros patrones; si un gremio femenino consigue alguna mejora, seguir siempre nosotras indiferentes y reacias, echándole la culpa al destino y no a nuestra flojera y torpeza, la causa de nuestro malestar.
El segundo camino es este: organizarnos fraternalmente: estar al día con las conquistas que obtengan las agrupaciones hermanas; instruirnos lo más que podamos en lo que sea más útil para nuestra vida.
Solo así con tenacidad inquebrantable es como todos los hombres y mujeres han dado esplendidez al mundo; ninguna obra humana la han realizado los que nada hacen; el maravilloso progreso que contemplamos, es debido a los seres que, sin egoísmos ni bajas pasiones, han acometido la gran travesía social, para aterrizar, pletóricos de gozo en el valle bañado de sol, de armonía y solidaridad.»