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Es el resultado de la política de cárceles llenas y de tolerancia cero no declarada, avalada por jueces, policías, fiscales, carceleros, autoridades, y pregonada como necesaria para ganar la guerra a la delincuencia por la prensa. La guerra contra la delincuencia es parte de la guerra sin cuartel que el capitalismo y el Estado ha desatado contra el proletariado, para asegurarse de que nadie se aleje del rebaño, y si lo hace, que se atenga a las consecuencias. Por eso cada vez más prisiones, más reos dentro de ellas, y un discurso que busca aterrorizar al ciudadano bien integrado y respetuoso de las leyes. “Que se pudran en la cárcel”, “deberían matarlos”, escucha uno todos los días en la calle o en los medios de comunicación a la opinión pública, sumisa con los poderosos pero revolcándose con odio contra los que violan la legalidad y no respetan el contrato social del poder. La delincuencia, la existencia del lumpenproletariado (que tanto desprecian los izquierdistas), es otro fruto de la sociedad del capital, la mercancía y la propiedad privada. Y hace años que todos los discursos y políticas de la seguridad ciudadana apuntan al encierro y el garrote contra los que se saltan las reglas del juego.
Esto no es una idealización de los presos comunes, sabemos que muchos de ellos forman grupos de choque, establecen jerarquías brutales, organizan mafias, están consumidos por los valores del sistema, pero ¿en eso son muy diferentes de la mayoría de la gente, del “trabajador honrado”, subsumidos en el capital, sus valores, y toda la basura chauvinista y del “estilo chileno” de vida?? ¿Y no es acaso el Estado la mayor y más despiadada de las mafias?
Al parecer, el Capital ha encontrado la solución final al problema del hacinamiento y la sobrepoblación carcelaria: el exterminio físico de los presos en horrorosos “accidentes”. Como afirman algunos compañeros en otras latitudes, toda muerte en prisión es un crimen de Estado.
¡A DESTRUIR LA SOCIEDAD CARCELARIA!
¡PRESOS A LA CALLE! ¡CALLES PARA LA INSURRECCION!