>Palabras de Mónica Caballero Sepúlveda

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Ha pasado poco más de un mes desde que me encuentro secuestrada por el Estado dentro de lo que ya todxs conocen como “caso bombas”, que ha sido llevado por 4 fiscales en los últimos años. Alejandro Peña -el último de éstos- en un intento desesperado para llegar al puesto de Fiscal Nacional, armó nuestra prisión con pruebas que sólo revelan la molestia que tiene la autoridad con nuestra forma de vivir y pensar: el desprecio a la dominación y a las relaciones basadas en el ejercicio del poder. Este y cualquier otro gobierno tratará de encarcelar a cualquier costo a quienes son disidentes del capital. Tanto esta misiva, como los comunicados de mis compañerxs, ante los inquisidores ojos de los lacayos de los poderosos, serán otro importante antecedente para perpetuar nuestro encierro y encarcelar a más insurrectxs.

     Ante el mismo Estado que cumple 200 años, expreso -y no puedo dejar pasar la oportunidad de hacerlo-  mi más profundo deprecio frente a tan pomposa celebración, que al ritmo de un tikitikiti  se costea con las vidas de miles de animales que vivieron su último suspiro en mataderos bastante parecidos a los campos de concentración nazis; el desfile de cadáveres enorgullece al “roto chileno” y enrojece la bandera de 27 metros. 
     Si al parecer, lo mejor que le podría haber pasado al gobierno fue la tragedia de los mineros de la Mina San José, ya que aparecen como el gran salvador, ocupando modernísimas máquinas y todo un despliegue mediático, que nos acerca más a un reality bastante morboso a 700 metros bajo tierra. El mismo Estado que dentro de sus 200 años no recuerda los miles de muertxs de la Escuela Santa María de Iquique de hace más de 100 años, ni a los cientos de Valparaíso en 1903, o a lxs asesinadxs en las calles de Santiago en 1905 durante la “Huelga de la Carne”, que son sólo algunos episodios de su sangrienta historia. Hombres y mujeres que entregan su vida a la tortura del trabajo asalariado, viviendo en condiciones propias de la esclavitud, en Chile como en todo el mundo el trabajo mata.
     Pero su sacrílega fiesta no brilló como todxs ellxs esperaban, la digna pelea de lxs weichafes no la han logrado acallar dentro de la larga noche de los 200 años, llevando su causa hasta las últimas consecuencias, usando sus cuerpos como un arma, que ya no es respetado por gendarmes, que no descartarán en alimentarlos por la fuerza.
     Por más altas que sean las murallas,  por más fronteras que nos separen, los aullidos de nuestra manada llegan a este lugar, hermanos habitantes de los terrenos llamados griego, mexicano, chileno, argentino, brasileño, español, italiano… la solidaridad es un arma concreta y efectiva. ¡En la guerra contra la dominación nadie está solx!
Hermanxs: lo que no nos mata, nos fortalece.
Un gran abrazo a cada individuo arrojado a la guerra contra la dominación.
Compañerxs de distintas prisiones: muchísimo newen.
Fin a la Ley Antiterrorista.
Kichu nupünge, fewla
Rangin kalfuwenu mew
Vuela libre, ahora
Entre el infinito azulado.       
– Mónica Caballero Sepúlveda, Prisionera Política Anarquista.
Centro Penitenciario Femenino, Sección Especial de Alta Seguridad.
Palabras escritas antes del inicio de la Huelga de Hambre de mis hermanos en el Centro de Exterminio Santiago 1.