Esta no es una propuesta de proyecto ni desarrollo revolucionario, pues no busca dar solución, ni ser una alternativa a la economía capitalista. Es una propuesta, si, pero no de desarrollo, pues nuestra idea rechaza la noción de desarrollo, al menos a la manera que la entendemos gracias a la cultura material y política del capitalismo, nuestra postura es insurreccional, y por tanto quiere decir que no solo busca o piensa una sociedad futura, sino que quiere ver que ella se empiece a practicar en un presente; esto es el insurreccionalismo, que las prácticas que queremos vislumbrar las materialicemos aquí y ahora, sin embargo ya que estamos imposibilitados por la omnipresencia del capital, a dar rienda suelta a nuestros proyectos, es necesario establecer una lucha contra este, pero que no pelee por ganar un espacio, una consideración en los manejos del poder/capital, sino al contrario, que luche por la destrucción de este y de todas las formas del ejercicio del poder coercitivo, las jerarquías y la dominación. Es un proyecto ambicioso, es cierto, pero la COMUNA tiene que representar, ser y materializar la utopía por la cual emprendemos esta empresa, si no somos ambiciosos no tiene sentido emprender nuestra lucha por la comuna.
No creemos en el desarrollo, puesto que la nomenclatura lleva la carga del pensamiento capitalista, sostiene el peso del progreso en sus letras, de los procesos que avanzan siempre a mejorar, a estar mejor que antes. Sin embargo ya vemos las calamidades que ha provocado esta noción de la realidad, no solo en el tercer mundo, sino en el mundo entero. Nosotros apuntamos por una propuesta que no avanza, pero esto no quiere decir que vegeta, nuestra propuesta se mueve como el caos, no avanza, solo se desenvuelve, y tiene que responder contingentemente a sus problemas.
Pero primero que nada, ¿Que es la comuna? En un pequeño libro del “comité invisible” podemos leer “la comuna es lo que pasa cuando los seres se encuentran, se escuchan y deciden caminar juntos”[1], esto indica un quiebre con las formas de relaciones actuales, pues no se propone como un sistema económico, sino que remueve las estructuras sociales sobre las cuales se sostiene el sistema de producción capitalista. Dándonos el gusto de volver a las palabras del comité, citamos: “y si es posible, una multiplicidad de comunas que sustituyesen a las instituciones sociales: la familia, la escuela, el sindicato, el club deportivo, etc. Comunas que no temiesen, más allá de sus actividades propiamente políticas, organizarse para la supervivencia material y moral de cada uno de sus miembros y de todos los extraviados que les rodean. Comunas que no se definiesen – como hacen generalmente los colectivos – por un dentro y un afuera, sino por la densidad de los lazos en su interior. No por las personas que les compongan sino por el espíritu que les anima”[2]. Esto implica que las comunas y sus integrantes no están en posición de espera, a que las soluciones lleguen de tal o cual institución, sino que es la comuna, es decir, todos y cada uno de los agentes que la conforman, los que se hacen cargo de solucionar los problemas que le acontecen. En este sentido los quilombos, aldeas de esclavos prófugos, son comunas, como también, en parte, las poblaciones indígenas tradicionales auto-sustentadas. La producción en estas instancias es un trabajo colectivo de subjetividad radical. “Esto desestabiliza la producción de subjetividad y valor tanto dentro del capital como de formas más tradicionales de organización política”[3] . Por tanto este proyecto se identifica con el comunismo, pero ojo, rechaza de tajo cualquier relación que se pueda hacer con los socialismos reales o las organizaciones de izquierda que se han apropiado tal nombre. “Marx dijo que el comunismo no es un estado ideal a alcanzar algún día, sino “el movimiento real que suprime/subvierte las condiciones existentes”[4] . En definitiva “Es un mundo en el que la gente entra en relaciones y en actos que (entre otras cosas) dan como resultado que sean capaces de alimentarse, cuidarse, alojarse… ellos mismos. El comunismo no es una organización social. Es una actividad. Es una comunidad humana”[5].
En definitiva, no es una cuestión de tener, ni de hacer, sino una cuestión de ser. Por lo cual, la comuna no tiene relaciones con entes ajenos a ella, socialmente es horizontal, anti-jerárquica, intrínsicamente ecologista. Respecto a este punto hay una similitud importante con las ideas de los culturalistas, respecto a la crítica a los modos de producción capitalista que objetivan y valorizan todo a su alrededor. Arturo Escobar nos dice sobre la crítica de los culturalistas: “la objetivación de la naturaleza por la ciencia moderna reduccionista; su explotación como recurso por las economías de mercado; el deseo ilimitado de consumo instigado por el postulado de la escasez; la subordinación de la mujer por el hombre (…); y la explotación de los no occidentales por los occidentales, son los mecanismos culturales principales que han llevado al mundo moderno a la destrucción sistemática de su entorno biofísico, de acuerdo a la crítica culturalista”[6]. Pero ante esto no proponemos una política ecologista. En este sentido, vemos que con la tecnología y los modos de producción, van arrasando con la naturaleza, por tanto no creemos en la neutralidad de la ciencia, no porque creamos que un aparato tenga alguna intención, sino porque los fines para los cuales están siendo estudiadas y elaboradas la técnica, biotecnología, nanotecnología, informática, etcétera, responde a las necesidades del mercado, los empresarios y el control de la población. Por tanto también dotamos de subjetividad a una ciencia propia –subjetividad por cierto que no quiere decir que no sea verdad- en este sentido, apelamos a crear nuevas formas de conocimiento, un poco aprender de las culturas tradicionales, como nos enseña un hermoso trabajo antropológico “Lecciones de Economía de la Edad de Piedra” de Jerry Mander, el cual, durante todo su cuerpo describe una serie de errores que ha cometido la ciencia en su relación con la naturaleza, sobre problemáticas que las culturas tradicionales ya tenían consideradas, y como la técnica ha arruinado el cotidiano de muchas culturas con sus cachivaches. Ahora, también debemos ser críticos muchas veces a rituales que son pertenecientes mas a su tradición místico/religiosa que a elementos verídicos, quizás aquí se abre el espectro para buscar nuevas formas no arrogantes, para crear conocimiento.
Si una cuestión importante de nuestra política pasa por “ser”, es porque el capitalismo se constituye a sí mismo como otro “ser”. Es decir, el capitalismo también es una cuestión de ser, en dimensiones completamente distintas, pero con un compromiso total con su proyecto. El capitalismo transforma todo en mercancía, y ante esto, nuestra labor es romper con las relaciones de mercancía. El capitalismo, entre su ser y la mercancía, se expandió globalmente, en lo que entre Immanuel Wallerstein y Aníbal Quijano llamaron sistema mundo moderno colonial. La comuna desmantela esta relación, pues no busca expandir su territorio, no necesita, además de cedas chinas, ni vinos europeos, la producción debe ser local, sin lujos, y donde el ocio vuelva a cobrar importancia. Por tanto el trabajo asalariado también es una institución a derrocar. “la comunización (…) circulará bienes prescindiendo del dinero, abrirá las puertas que aíslan a las fabricas de su entorno, cerrará las fabricas en las que el proceso de trabajo sea demasiado alienante como para mejorarse, eliminará la escuela entendida como centro especializado para adolescentes en el que se disocia la teoría de la praxis, derribará los muros que obligan a las personas a vivir encerradas con la familia en celdas de tres habitaciones; en resumen, tendera a eliminar todas las separaciones…”[7]. Cuando los bienes circulan libre de la mercancía, circularan hacia donde se necesitan.
No mal entendamos un asunto importante, a pesar que aquí hemos hablado constantemente de “la comuna” como ente singular, lo hacemos porque nos referimos de esta manera a la organización en su conjunto, pero apropiándonos de una idea loca de Bakunin, a lo que apuntamos es hacia la asociación de comunas libres, asociadas por afinidad, en donde el intercambio cultural, de bienes y de personas se da libremente. Estas comunas libres se deben dar a través de un proceso de desurbanización conciente, que apueste a recuperar un conocimiento de producción autónoma que sea capaz de alimentar a sus componentes. La gracia de revivir el campo, en vez de mantener ese lugar que no sabemos como llamar, donde domina la agricultura industrial, es que no perpetuemos este gran error de la sociedad actual de dejar en manos del 2% de la población la producción que nos alimentará a todos. Por esto recuperar el conocimiento rural se hace un deber de la desurbanización, que el campo vuelva a tener la densidad de población de otros tiempos, y que sea capaz de sostenerla, y como en Cuba, luego de la caída de la URSS y gracias al bloqueo de EEUU, poder tomar la infraestructura urbana y modificarla para una pequeña producción.
El hablar de la comuna podría gastarnos muchas hojas y discusiones más. Interminables citas y quizás algunos vinos. Sin embargo, a grandes rasgos esta es nuestra propuesta, alejada de los grandes análisis teóricos, y de los rimbombantes análisis sociales, vemos la sociedad como un espejo de nuestras vidas, y para aquellos que tenemos los espejos rotos, encontramos es sus periferias, en sus filos, una opción, un camino para salvar de esta tragedia capitalista. Tragedia que en nuestras vidas se vive –como en el mundo la carne-. Apelamos a la comuna porque no es un proceso extraño a las dinámicas populares. La comuna de Paris, los quilombos de negros, las poblaciones indígenas que conservan grados de autonomía económica y cultural, la ucrania de la Majnochina, y quizás el ejemplo mas importante, porque surge desde dentro del mismo capitalismo, y es un ejemplo claro de comunización en ruptura total con el padre, las comunidades libertarias de Aragón hacia la guerra civil de España, sobre las que Souchy Bauer hace un trabajo de recopilación informativa durante la guerra y nombra “Entre los campesinos de Aragón: el comunismo libertario en las comarcas liberadas”. Por tanto podemos señalar, nuestra propuesta insurreccionalista/comunista es posible, claro, tenemos nuevos escenarios, pero estos ofrecen nuevas dimensiones, además estos escenarios hacen que la comuna sea más que posible, necesaria para la sobrevivencia del hombre. Todo esto implica un cambio de ser, ontológico, epistémico, pues debe ser generado desde abajo, y quedarse abajo. Este es el trabajo necesario de dar.
[1] Comité invisible, La insurrección que llega. Ediciones Crimental. Santiago, Chile. Mayo 2010. (Edición original en francés “L’insurrection qui vient”. La fabrique editions. Paris. Marzo 2007. Al español también encuentra la forma de “la insurrección que viene”).
[2] Ídem.
[3] Revista “Comunismo Difuso”, Nº 1. Artículo: “Comunización” p. 3 – originalmente el texto es un extracto de un texto de John Cunningham sobre “introducción a la comunización contemporánea”, tomado de www.libcom.org, que fue traducido y levemente modificado para la revista.
[4] Ídem. Artículo: “Comunismo”, p. 2.
[5] Declive y Resurgimiento de la Perspectiva Comunista, introducción a la edición de 2002. Disponible en www.edicionesespartaco.com
[6] Escobar, Alvaro. “Dinero, Desarrollo y Ecología”. El desarrollo sostenible: dialogo de discursos.
[7] Revista “Comunismo Difuso”, Nº 1. Artículo: “Comunización”… op. cit. p 3