Podemos ocuparnos del anarquismo desde al menos dos perspectivas: -Desde el punto de vista de la doctrina política; -Desde el punto de vista de la historia del movimiento en su acepción de movimiento de ideas y de prácticas revolucionarias en el ámbito de la lucha de las clases subalternas para la liberación de toda forma de servidumbre.
Si vamos a ocuparnos de la primera perspectiva, se llega sin duda a pillar el fundamento que hace del anarquismo un corpus teórico-ideológico coherente en su especificidad, sea en el plan filosófico que en aquello más propiamente político. Sin embargo, tal perspectiva deslumbra gruesos límites, sobre todo para aquellos que están en ayunas de cosas anárquicas, ya es posible deslizar durante la explicación y sobre todo durante el debate consecuente, en la pura abstracción ideológica, acabando por perder el enfoque de lo que rinde el anarquismo algo distinto de lo que es fijado por siempre.
Comprender el anarquismo, desde luego, suele decir coger los elementos que, más allá del aspecto doctrinario, están radicados en los individuos vivos, entonces en continua tensión existencial.