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La película se compone de tres reportajes que afrontan otras tantas situaciones de degradación humana e injusticia social y política. El primer pasaje, El Niño, sigue los pasos de Guinder Rodríguez, un espabilado y encantador chaval de 11 años, que malvive con su numerosa familia en una chabola de los suburbios más pobres de Lima. De su mano se muestra el duro trabajo de los picapedreros, al que se ven abocados muchos menores de la zona, que deben hacer esfuerzos heroicos para seguir recibiendo educación escolar. El segundo fragmento, La Palabra, es un homenaje a Leyla Zana, la primera mujer kurda que llegó a ser diputada en el parlamento turco, y que lleva desde 1994 en una cárcel de Ankara, cumpliendo una condena de 15 años. El motivo: llevar a su juramento parlamentario una diadema con los colores de la bandera de Kurdistán y pronunciar, en el prohibido idioma kurdo, una frase sobre la hermandad entre su pueblo y el pueblo turco. Esta vez guían la historia sus familiares, y especialmente su marido, Mehdi Zana, que fue el primer alcalde kurdo de Diyarbarkir -la principal ciudad del Kurdistán turco- y que ahora vive autoexiliado en Suecia, tras pasar 16 años en la cárcel. Sobre él pesan todavía otras condenas por un total de más de 25 años de prisión. Finalmente, en La Vida, la cámara se adentra en el corredor de la muerte de una cárcel de Texas, para mostrar sin concesiones la deshumanización que conlleva la pena capital. Al hilo de las confesiones íntimas de Thomas Miller-El -un condenado negro, que ya ha sufrido diez fechas de ejecución y ha conocido a 120 ejecutados-, se presentan las declaraciones alucinantes, en su terrible frialdad burocrática, del alcaide, el capellán protestante y otros funcionarios de la cárcel, así como las sentidas opiniones de familiares de condenados y de alguna víctima.