JONNY CARIQUEO: UNA REVUELTA PERMANENTE. (2010) Duración: 34min. aprox.

El 29 de marzo de 1985 los compañeros Rafael y Eduardo Vergara (militantes del MIR) son asesinados por carabineros en Villa Francia –Santiago-, mientras realizaban una expropiación enmarcada en la reivindicación de un poblador muerto justo un año atrás en la comuna de Pudahuel. Tras de ese lamentable acontecimiento, todos los 29 de marzo se conmemora el Día del Joven Combatiente. Así, las universidades y poblaciones por algunos instantes se convierten en un campo de batalla, donde por un lado están lxs compañerxs que comprenden que la mejor manera de recordar a nuestrxs caídxs es haciéndole la guerra al capital y a sus defensores; y por el otro están los pacos, los cobardes asesinos de siempre con su prensa y todos los recursos materiales -sólo materiales- a su favor.


La historia se repite año tras año cada 29 de marzo, la guerra social se hace palpable para recordar a nuestrxs compañerxs caídos a lo largo de esta lucha. El 29 de marzo del 2007 en Pudahuel, producto de un ataque incendiario, es quemado un bus del Transantiago; el 11 de septiembre del mismo año un defensor de los ricos, el Cabo Vera es asesinado en Pudahuel sur, donde una bala proveniente de los manifestantes, que cada 11 de septiembre salen a las calles a mostrar su repudio a la autoridad, atravesó su cráneo, lo que produjo su fallecimiento. El mismo año, tras una expropiación en el Banco Security en el centro de Santiago es abatido el cabo Moyano.

Habían muerto 2 de los suyos y eso no podía pasar desapercibido, y claro que no fue así.

Para el 29 de marzo del 2008 el estado preparó una ofensiva en contra de cualquier indicio de rebeldía. Pudahuel es el lugar donde esto se materializa, pues la imagen del paco Vera aún rondaba todos los medios de prensa y esta “fecha emblemáticamente conflictiva” tenía que ser controlada por la autoridad. Es así como a menos de un mes de la tan esperada fecha, los controles de identidad por parte de la Policía de Investigaciones y los Carabineros eran frecuentes, a tanto llegaba el grado de hostigamiento que unxs compañerxs fueron sorprendidos pegando propaganda en la comuna, y fueron reducidos con armamento de guerra, amenazados y hostigados en sus casas durante esos días.

El día 26 de marzo detona un artefacto explosivo en un banco ubicado en la comuna, y nadie se adjudica este atentado. Llega el tan esperado 29 de marzo y la prensa, una de las más fieles servidoras de la autoridad y los poderosos, informaban descaradamente sobre los planes de amedrentamiento por parte de las policías, mostrando por la maldita caja sus nuevos equipamientos para estrenar en esa fecha.

En Pudahuel es organizada una marcha en memoria a los compañerxs caídxs en dictadura y democracia, la cual se desarrolló de forma no violenta -pues un enfrentamiento era imposible dada la diferencia numérica entre manifestantes y policías-, hasta su final, la cual terminó con la inauguración de la “Plaza 29 de marzo”.

Al término de la manifestación comenzó una cacería en contra de lxs compañerxs. En la plaza Víctor Jara, a un par de cuadras de este accidentado final de la manifestación, y justo cuando el compañero pensaba que no se encontraba en peligro de ser detenido, es interceptado Jonny junto a otros compañeros. En esa misma plaza es detenido, horas más tarde, Marcelo Dotte al cual se le incautan 8 bombas molotov, y en un allanamiento de su casa también es detenido Esteban Huiniguir, quien al igual que Dotte, tenía un prontuario como miembro del Movimiento Juvenil Lautaro y largos años de prisión por esto, lo cual los convierte en la presa perfecta para justificar por la prensa los enormes gastos en seguridad policial desplegados para esa jornada. Los compañeros hasta el día de hoy se encuentran secuestrados en la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago. Todos los detenidos en la marcha fueron derivados a la 26º Comisaría de Pudahuel. Ahí las torturas físicas y sicológicas hacia los detenidos fueron una constante, Jonny quien tenía problemas cardiacos, comenzó a sentir molestias en su brazo izquierdo producto de un preinfarto, la respuesta de la policía ante los llamados de Jonny por su malestar fue, textualmente, la siguiente: “cuando estés en el piso, vomitando y tiritando, ahí recién te vamos atender”, después lxs detenidxs fueron derivados a la 1º Comisaría de Santiago donde las torturas continuaron, finalmente todos los manifestantes son dejados en “libertad”.

El día 31 de marzo en su casa, producto de problemas cardíacos muerte Jonny Cariqueo.

En ese momento es cuando muchxs de nosotrxs palpamos sin previo aviso todas las consecuencias de esta guerra asumida contra la autoridad. Hasta esos momentos, solíamos reivindicar a compañerxs de los que sólo conocíamos sus nombres, y escuchábamos los relatos de sus “hazañas” contra el poder, jamás habíamos sentido la experiencia de gritar el nombre de una persona a la que conocíamos, con quien habíamos compartido de cerca la intención de acabar con el orden existente, ese 31 marzo perdemos un compañero. A pesar del dolor y la frustración de no tenerlo junto a nosotrxs, la experiencia vivida a raíz de su muerte ayudó a muchxs compañerxs a reflexionar sobre el porqué de los hechos y las consecuencias de los mismos.

La marcha venía precedida de una agudización de las estrategias represivas, que se venía visualizando desde la muerte del paco Vera, pasando por el bombazo del 26 de marzo en el banco de Pudahuel, hasta el mismo 29 de marzo. El contingente policial era mucho mayor que el número de participantes en la actividad. Se quería demostrar que no se les tenía miedo a los asquerosos serviles del capital, pero nunca se imaginó el operativo que se venía encima, o si fue imaginado, simplemente se omitió con el criterio de que al no realizar la misma marcha que se realizaba todos los años cederíamos terreno al poder, el orgullo y cierta inocente confianza en que no traspasarían su propia legalidad contra los manifestantes permitieron que la marcha se realizase de todas formas. La reflexión y debate al respecto gira, para nosotrxs en torno a ¿cómo conciliamos el querer atacar, sin caer en la ingenuidad de querer hacer las cosas sin las previsiones correspondientes?

La experiencia después de la muerte de nuestro hermano demostró que cada acción de ataque al poder no debe ser menospreciada desde ningún punto de vista, en el sentido de que siempre se debe contar con las proyecciones que motiven esa acción, evaluando el contexto y previendo las eventuales consecuencias de la misma, sin que lo anterior límite el accionar, sino por el contrario, sea un potencial para evitar secuelas, que aunque sabemos que pueden estar debemos evitarlas a toda costa, para continuar la revuelta permanente contra esta sociedad y su autoridad, es así como la acción desde la informalidad, donde el poder es atacado sin sus propios parámetros meramente cuantitativos sino desde cualidades que potenciamos se hace cada vez más latente para no desesperarnos y caer en la pasividad resignada o en la inútil carrera por equipararnos desde hoy en infraestructura con el enemigo.

Por otro lado, se comprendió que la solidaridad debe manifestarse por todos lados y de todas las formas. La noche de la detención de nuestro hermano Jonny (que se encontraba secuestrado junto a unos treinta compañerxs), ningún compañerx dió luces en la Comisaría donde lxs nuestrxs eran golpeadxs tranquilamente. Ese día, ninguno de los participantes de la marcha quería ser identificadx por los pacos. Faltaron compañerxs que hubieran estado agitando en las afueras por su libertad y para levantar su ánimo, pues en momentos como ese sí que ayuda ver que no estás solx. Además, hemos visto en otras ocasiones que por lo menos dificulta e incomoda el actuar de los esbirros contra lxs nuestrxs.

Tras la muerte de Jonny, se asumió una postura que hoy nos parece victimista, apuntando siempre al accionar desmedido de los policías. A pesar de que no se niegan rotundamente tales hechos, se ha comprendido que todo aquel que se posiciona como enemigo de este sistema y dispone su vida a agudizar los ataques al poder, debe ser consciente del accionar del enemigo, que siempre querrá aniquilarlos a toda costa, utilizando todos los medios, y golpeando sin límites hasta la muerte, como le sucedió a Jonny.

A Jonny no se le recuerda como un mártir víctima de la represión policial simplemente, se le recuerda como un guerrero, como una energía y una vida que no está físicamente con nosotrxs, pero que siempre estará en nuestra memoria y nuestra acción por su arrojo, valentía y disposición a atacar a la autoridad.

Porque callar a nuestros caídos es callar la experiencia de lo vivido, porque recordarlo sólo como un mártir es negar todas las reflexiones que se han sacado producto de su muerte, y por sobre todo, olvidarlo es negar la guerra social que día a día vivimos, reivindicaremos constantemente a nuestro compañero, no silenciamos esta dura experiencia y luchamos contra el olvido y la normalidad que busca implantar el enemigo en todos los componentes de la sociedad. En memoria de Jonny, esperamos que esta experiencia sea útil para todo aquel que busca romper esta y cualquier otra sociedad.

Por la multiplicación de los ataques al poder
“Hagámosle la Guerra a la Sociedad”

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